martes, 30 de junio de 2009

30 de junio de 1851, Fundación en Valparaíso, Chile, del Primer Cuerpo de Bomberos de la República.


La transcripción del presente documento es el homenaje de Máximo Cubillos a los bomberos de Chile, representados en los bomberos de Valparaíso, escrito y publicado el 13 de diciembre de 1888 en el primer puerto de la República, 37 años después de la Fundación de la 1ª Cía. de Bombas (hoy “Bomba Americana”), 2ª Cía. de Bombas (hoy “Bomba Germania”) y Compañía de Guardia de la Propiedad” s/n (hoy 10ª Cía. “Eduardo Farley”, Bomba Chileno-Arabe, Salvadora y Guardia de la Propiedad). Con igual fecha de fundación 30 de junio de 1851 fue creada la 1ª Cía. de Hachas, Ganchos y Escaleras “Zapadores Unión”, esta Compañía presta servicios a la ciudad hasta el 8 de marzo de 1867, luego de ser disuelta por acuerdo del Directorio General de la Institución...

...La historia del Primer Cuerpo de Bomberos de Chile está de tal manera vinculada a la lenta y progresiva transformación de la ciudad de Valparaíso, que puede decirse que sus páginas se encuentran en cada una de sus calles y los títulos de sus capítulos están trazados por las más soberbias construcciones que en los últimos treinta y ocho años se han emprendido. Esa historia se ha ido desarrollando a lo largo y a lo ancho de las calles, al calor del entusiasmo, ante el clamor de los que sufrían y perdían el fruto acumulado de muchos años de trabajo, al resplandor de las llamas y ante un público que ha ido anotando, en el rico almacén de sus recuerdos, incidentes de todo género, fuego de todos tonos, mares de agua, heroísmo sin clases y sin nombre, puñados y montañas de esa gloria que se adquiere y concede en las tenaces luchas del sacrificio y del deber.
El Cuerpo de Bomberos de Valparaíso nació a la luz de un gran incendio, en la medianoche de un día 15 del mes de diciembre de 1850, creció en medio de las llamas, se fortificó por el ejemplo y el coraje de cada uno de sus asociados, se desarrolló por las fuerzas de todo un pueblo, y, amante del peligro y de la abnegación, llegó a ser, no solo el combatiente de los incendios, sino que también el ciudadano armado del orden público, el defensor de la propiedad, la institución incorporada a todas las instituciones de progreso, de trabajo y de representación de nuestra vida civilizada. Ninguna como ella, puede decirse, que ha dado, el primer paso hacia la realización de la democracia universal, ninguna otra puede jactarse, con mejores títulos, de haber reunido bajo una sola bandera todas las banderas de las naciones; de haber agrupado en un solo batallón a legionarios de muchos ejércitos; de haber congregado al pie de un mismo altar a creyentes de tan diversas religiones. Soldado, a la vez que sacerdote, apóstol, a la vez que creyente, lo es todo nuestro bombero, hasta mártir, dispuesto al sacrificio en la hora en que la ciudad agoniza devorada por el fuego y sus mejores hijos desesperan por su salvación. Veamos, si no.


Antes de la noche del 15 de Diciembre de 1850 nada había que se interpusiera entre el fuego y las carnes vivas y palpitantes de los vecinos de Valparaíso. La chispa que en esa noche cayó sobre la casa contigua al Correo, el viento la convirtió en llamas, en mensajera de fuego que devoró la fortuna acumulada por muchos años de incesantes fatigas.

Acudió todo el pueblo con el intento de sofocar esa conflagración y se halló vencido por el torrente de llamas. Le faltó la unidad que dan el ejercicio y el espíritu de cuerpo, el material adecuado y el arrojo, que serían el alma del bombero del porvenir.
El terror que produjo ese incendio obligó a discurrir a media población acerca de los medios que se adoptarían para atenuar en lo sucesivo la magnitud de iguales desgracias. Y así como del horror de los campos de batalla surgieron las ambulancias y su símbolo de la cruz roja, de las columnas de humo y fuego de un gran incendio se alzó la más noble y patriótica de las instituciones nacionales, de la que son símbolo y bandera el casco y la chaqueta, el hacha y la bomba.
¿Cuántos de los que concurrieron a aquel acto de fundación se mantienen en pié, con el oído atento a todos los rumores de la campana, a todos los llamamientos de lista y ejercicio, dispuestos a luchar contra el cansancio, contra el agua, el insomnio y el peligro? Apenas... tres continúan formando a la cabeza de la vieja guardia de la ciudad y custodiando la entrada del taller, del templo, del escritorio, de la plaza y de las calles. Los demás fundadores pertenecen a la reserva o se marcharon al país de donde jamás se vuelve, dejando su nombre en los registros del Cuerpo como ángeles que velan por los destinos y grandeza de los sobrevivientes bomberos. Apenas tres han resistido al tiempo, después de recibir su broche de oro, corona y cetro de estos patriarcas de nueva e inmortal creación. Ellos son los señores Carlos Luis Rowsell, Manuel Antonio Del Río y George Garland Barley.
Al evocar estos recuerdos y pasar revista a tan pocos sobrevivientes de una fundación ya lejana, no puedo dejar de traer a la memoria la impresión que un día me produjo la asistencia a la revista de una Compañía de Bomberos, en la que al nombrarse a uno que había fallecido heroicamente en su puesto, el porta estandarte dijo, con voz alta y enternecida: “Muerto en acto de servicio“.
El Cuerpo de Bomberos tiene también esta gloria. Sangre de sus bomberos ha enrojecido las calles y edificios de Valparaíso y apagando el fuego de los incendios, han dejado entre los humeantes escombros la vida de 5 de esos denodados y heroicos jóvenes. Sus nombres son:
El señor Eduardo Farley, de la 1ª Compañía de Ganchos Hachas y Escaleras, que no dejó ni siquiera un retrato que perpetuara entre sus compañeros memoria de su persona.
Los señores Alejandro Blackwood, Guillermo 2º Lawrence y Eduardo Rodríguez de la Primera Compañía de Bombas y el señor Vicente Forno Vacca de la Sexta. De cómo fueron honrados sus restos dio testimonio la ciudad entera, y más suntuosos funerales no los tuvo jamás en Chile el más esclarecido ciudadano.
Los servicios de los bomberos no se han limitado a dar agua a las bombas y envolver con ellas las rugientes llamas de los incendios. En las horas de peligro nacional, cuando el clarín de guerra resonaba en todas partes, llamando a las banderas a todo el mundo, fue también el bombero el primero en hacerse militar y el que no pudo partir a la guerra, se quedó custodiando la ciudad y velando los desiertos hogares.
El bombero extranjero fue tan noble como el del país y se condujo con tal abnegación y desinterés, que en el alma del pueblo están escritos los testimonios indestructibles de gratitud que les corresponden.
La Nación no es bastante rica para pagar los servicios que prestan los bomberos y por eso es que ellos son gratuitos, se premian con una palabra en la orden del día de la ciudad y cuando alguno de ellos sucumbe en la lucha de la vida o del fuego, todo el pueblo acompaña su féretro, cual si se tratara de celebrar los funerales de algún renombrado hombre de guerra.
¿ Qué más ?
La chispa generosa no quedó encerrada dentro de los muros de piedra de Valparaíso, sino que saltó fuera de su recinto y pasó a despertar a muchos hombres en la capital de la República, a quienes obligó a organizarse en legión, al día siguiente de una de las catástrofes más sin ejemplo que haya ocurrido en la América española. Las demás provincias imitaron a Valparaíso, copiaron el Reglamento del primer Cuerpo de Bomberos del país y hoy tenemos en toda la República legiones de defensores de la propiedad, abnegados hijos del fuego, a quienes no detendrán ni las llamas, ni el sacrificio de sus propias existencias.
Si hay alguna institución que merezca en el país un monumento, un libro o un canto, es el Cuerpo de nuestra referencia y habrán de contribuir a levantarlo, a escribirlo y a inspirarlo las páginas dispersas de su historia, recogidas con afanoso empeño en el presente volumen, que es la heráldica y el blasón, el título y la historia de una Institución que habrá de vivir tanto como la República de Chile.

Valparaíso, Diciembre 13 de 1888.-
Máximo Cubillos


Valparaiso 1851 (hrm-cca)

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