Bombero Eduardo Rivas Melo, Héroe en la Paz y Caballero del Fuego 13ª Cía. "Providencia", muerto en Acto de Servicio el 21 de marzo de 1981.
Eduardo nació en Santiago el 28 de junio de 1957. Cursó sus estudios secundarios en el Liceo José Victorino Lastarria de la comuna. Motivado por el servicio que entregaba la “Trece” a los habitantes de Santiago, llegó al Cuartel, ingresando a la Brigada Juvenil el 4 de noviembre de 1973. Así y luego de meses de estudios, el 14 de marzo de 1975 ingresó como bombero a su amada “Trece”. Su gran responsabilidad le permitió cumplir con su familia a su cargo y con la Compañía que juró acatar. Estudiaba Auditoría Contable en la Universidad de Chile y trabajaba en un Banco. El 21 de marzo de 1981, a las 10:15 horas, se dio la alarma de incendio en Avda. Santa María y Pedro de Valdivia Norte, 6° Cuartel, en el lado sur del piso 12 de la entonces Torre más alta de Santiago y primer rascacielos de Chile inaugurado en 1980. El incendio fue un escenario de pesadilla sin precedentes, era el edificio más alto y seguro del país, y bastó una chispa provocada por un cigarrillo mal apagado para originar la inflamación del pegamento utilizado para instalar unas alfombras. Hubo un total de 11 muertos, entre ellos el bombero de la 13.ª Cía. “Bomba Providencia”, Eduardo Rivas Melo. Siete Trecerinos tripularon la Berliet en la primera salida, carro que poseía la Decimotercera Compañía en esa época. El fuego era visible a gran distancia en todo Santiago. Violentas lenguas de fuego consumían los pisos de su gigantesca estructura, luciendo espectacular esa mañana primaveral. Incendio cruento de grandes proporciones. Las víctimas fatales fueron producto de la desesperación inicial, calcinadas, asfixiadas o por saltar al vacío desde los pisos superiores. Un coloso poco menos que inexpugnable, con 110 metros de altura, 30 pisos y cuatro subterráneos. Pero solo bastó una chispa en contacto con una planta libre impregnada de gas de neoprén, que en ese momento se usaba en pegar alfombras, para que una hoguera empezara a devorar todo a su paso. Se trabajó por largas horas. Al terminar su labor los “Trecerinos” se formaron para Pasar Lista como el resto de las Unidades de la Institución. Faltaba el joven bombero Eduardo (“Lalo”) Rivas Melo. Había muerto asfixiado en el interior de la Torre Santa María cumpliendo con su deber de luchar contra el fuego y salvar las vidas inocentes. Fue el cuarto mártir de la “Trece” y trigésimo quinto del Cuerpo de Bombero de Santiago. Sus restos mortales fueron trasladados al Cuartel de Eleodoro Yañez y posteriormente al Cuartel General de la Institución. Sus funerales se realizaron el 23 de marzo 1981 cuando estaba por cumplir 24 años. La palabra de los sobrevivientes al incendio. Los sobrevivientes dijeron que en dos minutos las llamas habían alcanzado todo el piso, como si una bola de fuego envolviera el recinto. "Arrancamos una puerta y la tiramos por una de las ventanas rompiendo los cristales. Gateamos para evitar el humo espeso que llegaba hasta un metro del suelo", señaló en 1981 el trabajador José Flores, uno de los sobrevivientes. "Por el hueco del vidrio roto comenzamos a salir de a uno, colgándonos de las molduras. Preferíamos arriesgarnos a morir cayendo desde esa altura, antes que calcinados (por los 700 grados que alcanza un espacio cuando se desata un incendio). Así, colgando, rompimos el vidrio del piso inferior y nos descolgamos. Después bajamos por las escaleras", agregó Flores. El primero en llegar al lugar fue el camarógrafo Hernán Cortés, hoy de 65 años. Estaba en el hotel Sheraton, cubriendo un evento del Comité Olímpico de Chile luego de ver unas llamas en la torre cruzó con sus equipos; "Empecé a grabar de inmediato y estuve hasta que cayó el primer cuerpo... ahí no pude seguir más. Cayó a un metro de la camilla que sostenía bomberos. Lo grabé cuando venía en el aire... fue espantoso". Al poco rato, Cortés cuenta que llegaron los tres canales de la época, que estuvieron transmitiendo el incidente en vivo. El camarógrafo Juan Carlos Segovia, quien esa mañana estaba de turno en TVN, se acercó al patio del canal para observar incrédulo el gigantesco muñón tiznado en que se estaba convirtiendo el edificio gracias a las llamaradas. "Cuando llegamos veíamos cómo la pileta de la torre se llenaba de vidrios, pedazos de ventanales de hasta 50 centímetros que caían como guillotinas. Se creó una psicosis colectiva e incluso, alguien se tiró desesperado desde el piso 3. Quedó con el cuerpo enterrado de vidrios. Entre las bocanadas de llamas y el humo, vimos que otra persona se tiraba al vacío. Cuando Bomberos lo tomó del suelo su cuerpo era como un muñeco de goma con todas las articulaciones desintegradas", cuenta Segovia. El bombero Enrique Pérez tenía entonces 34 años y pertenecía a la 1ª Cía. de Santiago, de las primeras en llegar al siniestro. Señaló que la demora en apagar las llamas no fue la falta de escaleras telescópicas (38 metros), sino que el problema fueron los espejos de agua ubicados contiguamente al primer piso de la torre. "Estos no les permitían a los carros dar el ángulo para alcanzar el piso 12. Solamente llegábamos hasta el nueve", dice Pérez, que entonces llegó en jeans y chaqueta de cuero a cumplir sus labores. Bomberos no contaba entonces con los actuales trajes especiales. "Pero esa instrucción sólo se le dio al personal de las oficinas que concurre de lunes a viernes, pero no a las decenas de trabajadores que ese sábado se encontraban haciendo arreglos de alfombras", explica Félix Sarno Mondaca, ex-Secretario Gral. del Cuerpo de Bomberos de Santiago. La mayoría de las víctimas fatales -casi todas provenientes de la población Calvo Mackenna, de Renca no tenía idea de cómo utilizar las modernas vías de escape del edificio. De hecho, las escaleras presurizadas (que deben estar siempre cerradas) ese día estaban abiertas de par en par. Quemados en el nivel 12, fallecieron dos trabajadores instaladores de alfombras. Otras tres personas trataron de huir en un ascensor que quedó trabado en el piso 12, pero murieron atrapadas en él. "Ese ascensor lo bloquearon los trabajadores en el piso 12 y no lo pudieron activar después del incendio", recuerda Sarno Mondaca. Cuatro personas lograron tomar un ascensor e intentar subir a los pisos superiores, pero fallecieron encerradas en esa trampa mortal que se detuvo en el piso 28. Entre ellas, el voluntario de la 13ª Compañía de Bomberos y de entonces 23 años, Eduardo Rivas. "No falleció por las llamas; murió por el calor", afirma Enrique Pérez. También hubo otras dos víctimas. Sergio Rivera Núñez (32), vigilante de la torre, y el contador Mario Hernán Arriagada Acuña (39) - el mismo que el camarógrafo Hernán Cortés que trabajaba en el hotel Sheraton alcanzó a grabar - murieron saltando al vacío. Ese día, lo sucedido en la Torre Santa María convocó a más de 200 bomberos, quienes cerca de las 13.30 horas lograron controlar el fuego. Luego del siniestro, surgieron nuevas necesidades en el C.B. de Santiago, ya que fue el primer incendio de gran altura. Como entonces no existía una normativa que regulara la construcción en altura en Chile, ni mayor normativa respecto a la protección contra y sus consecuencias, esta tragedia obligó a la entrada en vigencia de la ordenanza correspondiente. Esta torre santiaguina fue un proyecto que cambió el skyline de la capital y representó la cara nueva y vanguardista de la arquitectura nacional. "Consideró en su diseño la normativa estadounidense en el combate de incendios al no existir en el país normativa al respecto", señala el arquitecto Yves Besançon, socio de la oficina que construyó el edificio (el estudio de Sergio Alemparte, Ernesto Barreda y Manuel Wedeles), junto a Carlos Alberto Cruz, Jorge Claude y José Manuel Figueroa. El proyecto, que se ideó bajo el concepto de plantas libres, además, consideraba aire acondicionado y ascensores de alta velocidad. "En esa época no había exigencia respecto de la cantidad de escaleras ni de presurización de las mismas ni de red seca y húmeda o materiales con resistencia al fuego. Pero el edificio contaba con la mayoría de esos detalles", agrega Besançon. Luego de esta catástrofe la normativa mejoró. "Se exigió a todos los edificios que sobrepasaran los siete pisos, tener red seca, una llave de incendio por cada unidad de vivienda o, en su reemplazo, una red húmeda", señala Manuel Brunet, coordinador de la Cámara Chilena de la Construcción. La Torre Santa María iba a tener una "gemela", tal como el World Trade Center de Nueva York, pero ese proyecto nunca se concretó. Según Besançon, el incendio no influyó en la postergación del segundo rascacielos. La "culpa" la tuvo la recesión de 1981 que paralizó la inversión inmobiliaria por algunos años, según aclara el arquitecto. En la Comuna de Pañalolén, existe una calle que recuerda silenciosamente al Mártir del Cuerpo de Bomberos de Santiago y Bombero de la 13ª Cía. Eduardo Rivas Melo, quien entregó su vida en el histórico incendio de la Torre Santa María el 21 de marzo de 1981. Honor y Gloria a Eduardo Rivas Melo y a los todos los Mártires de los bomberos de Chile que vistiendo la burda cotona y el casco del bombero voluntario; son la reserva moral de nuestra patria.
Valparaíso 1851 (hrm/cca)
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