El Incendio del domingo 15 de diciembre de 1850 que motivó la creación de la Asociación contra Incendios de Valparaíso
"..Valparaíso ha permanecido ayer durante seis horas en la mayor consternación, mientras el fuego destruía las dos aceras de la calle del Cabo, amenazando a la ciudad con sus espantosos estragos.."
Así se iniciaba la crónica de "El Mercurio" del lunes 16 de diciembre de 1850 que daba cuenta del "Grande Incendio" que conmovió profundamente el primer puerto de Chile y que dio origen definitivamente a la creación del primer Cuerpo de Bomberos de la República denominado en sus inicios; Asociación contra Incendios de Valparaíso, fundado el 30 de junio de 1851.
El domingo 15 de diciembre de 1850, poco después de las dos de la mañana, los habitantes de la ciudad fueron sorprendidos por las campanas tocando a fuego y por los gritos dolorosos de una mujer que en forma angustiada daba la alarma del más voraz incendio que afectaba a Valparaíso...
El fuego se declaró en una casa ubicada en Calle Del Cabo (hoy Esmeralda), esquina Cruz de Reyes (hoy Almirante Gómez Carreño) donde se levanta el edificio del ex Banco Central de Chile (hoy Dirección Nacional de Aduanas), en un edificio contiguo al del Correo, en la primera manzana de esta vía, de propiedad del hacendado e industrial inglés y porteño por adopción don Josué Waddington Blanchard (Inglés, nacido en York, 1792-1876, casado con María del Rosario Urrutia Gutiérrez). Los altos eran ocupados por el dentista inglés Eduardo Thorner, quién al momento del siniestro se hallaba en Limache junto a su familia y la parte baja por una tienda-cigarrería de propiedad de la señora Carmen Olivo, lugar por donde empezó el incendio y quien diera la alarma pidiendo ayuda a los vecinos del lugar.
El fuego, impelido por una suave brisa del Norte, redujo a cenizas la primera casa en tan sólo 15 minutos, propagándose a los edificios vecinos con tal celeridad, que casi no dio lugar a los vecinos que acudieron primero a despertar a gritos y golpes a las familias que corrían el peligro de ser envueltas por las llamas. Gracias a la prisa que se dieron, no hubo víctima que lamentar, pero dejó en la ruina a más de una treintena de familias con sus respectivos inmuebles y enseres personales.
El fuego se detuvo frente al peñón de la “Cueva del Chivato” (actual Subida Concepción), donde encontró por límite el mar, evitando su propagación al resto de la ciudad, pero reduciendo a cenizas 36 casas y locales comerciales, entre ellos; la casa del abogado don José Vicente Vargas, la casa de don Juan Antonio Santa María, la casa del Secretario de la marina francesa, la casa de los cantantes líricos Bastoggi y Leonardi, la casa de la viuda de Lynch, la casa habitación de los comerciantes alemanes Muhig, Holthusen y Ehlers, la casa y local del relojero Carlos Antoine, dos establecimientos extranjeros, las tiendas de don Camilo Brusco, y la tienda de mercería del inglés Guillermo Leigh y el proveedor alemán Carlos Lafrentz, dos talleres de carpintería entre los cuales se conoce el del señor Chester Lyon, las Bodegas del señor Cross, una tienda de encuadernación y la colchonería de Robinson”.
El incendio traspasó de la casa del señor Eduardo Thorner a la del frente, en la que se hallaba situada en el primer piso la más elegante “Tienda de Modas” de la ciudad, perteneciente a las modistas francesas Adele y Hubner, siendo arrasada por las llamas junto a otros siete establecimientos y casas habitaciones; entre estas, la casa de la señora doña Carmen Zaldívar y la del Capitán de Puerto señor Orella, salvándose el edificio habitación de don Nicolás Gatica, de la propiedad del señor Matte, donde se cortó el fuego, resultando afectadas por demolición sus habitaciones grandes. El fuego impulsado por la brisa del Norte se propagó hasta llegar al callejón que conducía a la casa del Cónsul francés señor Henri Scavola en el cerro Cruz de Reyes (hoy Cº Concepción).
La calle del Cabo se interrumpía hacia el Almendral por el cerro de la Cueva del Chivato (hoy Subida Concepción), enorme mole de piedra con un ancho espacio de frente sobre el mar. No había peligro que por esa parte el fuego se comunicase al sector Almendral de la ciudad; pero al extremo del lado del Puerto, la calle del Cabo se hallaba parcialmente cortada en la calle Cochrane por un espacio de terreno que disputaban dos propietarios, sin embargo, varias propiedades de esa calle se vieron afectadas por el fuego, especialmente los recintos de Aduana, resultando totalmente quemados tres almacenes con mil bultos cada uno. Es importante destacar que sólo se llegaba a la calle de la Aduana (hoy Prat) por un edificio bajo de material liviano, con edificios combustibles al respaldo.
A la fecha la ciudad contaba con dos bombas que pertenecían al comercio porteño, a cargo de un cuerpo cívico llamado “Brigada de Infantería Cívica de Bomberos de Valparaíso”, que era un grupo de “Zapadores-Bomberos”, al mando de su jefe y comandante don Juan Agustín Vives Galeas.
Las bombas llegaron al lugar del siniestro media hora después de dada la alarma y cuando ya el voraz incendio había tomado proporciones aterradoras; desgraciadamente estaban en mal estado y las mangueras casi inutilizadas, reventándose a cada golpe de los bombines de palanca, por lo que el material no pudo prestar ningún servicio.
El Intendente accidental señor José Santiago Melo, el Secretario de Marina don Demetrio R. Peña, los señores Bowen, Butter, el subteniente de Artillería don Ramón Vicuña y algunas personas más de la vecindad que acudieron al momento, pusieron manos al trabajo. Todos trataban infructuosamente de contener la catástrofe, que ya amenazaba la Aduana y los grandes depósitos de brea y materiales combustibles de calle Cochrane.
Puede decirse que Valparaíso se encontró en esos instantes, impotente para dominar la catástrofe que sufría. En esos momentos de angustia y desesperación de la autoridad y vecinos, la escuadra francesa envió a tierra una bomba con la dotación necesaria de oficiales y marineros del buque francés “Entreprenant”, al mando de su comandante conde Pouget. Su misión era brindar toda la ayuda necesaria para detener y apagar el fuego y muy especialmente, salvar la casa del cónsul francés señor Scavola, lo que lograron con esfuerzo y entusiasmo, situándose en la parte alta del cerro Cruz de Reyes, en donde además de dominar el incendio se hallaba un gran estanque natural de agua (hoy Templeman Nº240), que no se agotó en toda la noche. Momentos después llegaban dos bombas; una del navío Inglés “Asia” y otra del pontón “Nereus” de la misma nacionalidad, que desde los botes ubicándose convenientemente, empezaron a funcionar con eficacia, arrojando un torrente de agua sobre los edificios inflamados, conteniendo los progresos del fuego. A estas bombas se les incorporó una, de propiedad del acaudalado empresario naviero y Diputado (1848-1852) don Francisco Salvador Álvares Pérez, la cual también prestó importantes servicios, situándose por la parte de la calle del Cabo (hoy Esmeralda) y Aduana (hoy Arturo Prat) donde el incendio marchaba. El fuego llegaba casi al callejón El Almendro (hoy Coronel Pedro Alcántara Urriola Balbontín de la Torre).
Con estas cuatro bombas en movimiento, trabajaron las tripulaciones de los buques de guerra ingleses, franceses, los marinos de la escuadra chilena, una compañía de soldados de artillería y multitud de entusiastas vecinos, llevados los unos por la generosidad y arrastrados los otros por la fuerza. Pero en todo este trabajo faltaba orden y dirección, y sobre todo los elementos materiales eran inferiores a la intensidad del incendio, notándose, principalmente falta de una compañía de zapadores bomberos que hubiera podido hacer más que todas las bombas reunidas.
A los marinos norteamericanos no se les vio actuar, pese a que muchos connacionales perdieron todos sus enseres en el siniestro.
Cuando el incendio llegó al callejón que conducía a la casa del cónsul francés y que dividía el cuerpo de edificios que se hallaban situados al pie del cerro, aún no se había cortado una galería de madera que los comunicaba. Un oficial francés, M. Denis, asistido por varios marineros de su nacionalidad, entre los cuales se distinguía por su gran valor el carpintero Cadoux y de algunos vecinos, emprendieron este trabajo, que se llevó a cabo con mucha habilidad. En tal situación, lo esencial era impedir que el fuego pasase adelante y llegase hasta la “Cueva del Chivato”. Se hicieron esfuerzos sobrehumanos para impedirlo, y por mucho tiempo se consiguió poner a raya el terrible elemento; pero es probable que al fin se hubiera llevado todo por delante sin la llegada oportuna de una bomba del ciudadano francés don Juan Duprat, cuyo pitón aplicó él mismo con la mayor intrepidez. Desde ese momento el incendio quedó detenido por aquella parte y circunscrito a los dos cuerpos de edificios de la parte del mar y del cerro que ya se habían desplomado.
A las cuatro de la mañana todavía ardían los edificios y las llamas, iluminaban toda la bahía haciendo descender sobre el mar y los cerros una lluvia de chispas. La luz del día vino a alumbrar aquella escena de desolación y entonces todos pudieron ver con dolor los dos costados de la calle del Cabo reducida a escombros, y humeando a uno y otro lado los restos de casi cuarenta edificios, en su mayoría de propiedad del caballero inglés don Josué Waddington Blanchard, considerado como el más poderoso capitalista de Valparaíso en aquella época. Había llegado a Valparaíso seis meses después de la batalla de Chacabuco y su residencia era una quinta que estaba ubicada en la avenida de Las Delicias (hoy Av. Argentina) donde actualmente se encuentra el Colegio Salesianos, en cuya casa dejó de existir el 3 de mayo de 1843 el ilustrísimo señor don Manuel Vicuña Larraín, primer Arzobispo de Chile independiente, nombrado en 1841por el Papa Gregorio XVI, a petición del presidente José Joaquín Prieto Mascayano.
Por la noche las llamas volvieron a levantarse amenazadoras; la casa del cónsul francés volvía a hallarse en gran peligro, se tocó llamada al Cuerpo Cívico y se trajo una de las bombas, que resultó inservible. Todos se hallaban cansados de los trabajos del día; pero, merced a los esfuerzos del ciudadano español y administrador del Hospital San Juan de Dios (hoy Carlos Van Buren), don José Cerveró Moxó, quien tomó la dirección de los trabajos, y a la actividad de algunos jóvenes que lo secundaron, se logró sofocar la llama y encerrarla de nuevo entre las paredes que humeaban todavía.
Los edificios incendiados eran arrendados por grandes firmas comerciales de Berlín, Hamburgo, Londres, Liverpool, París y Nueva York. Sobre sus propiedades el señor Waddington tenía seguros por un monto no revelado, estimándose sus pérdidas en un valor sobre los $ 150.000.- pesos. Pero el valor de los efectos quemados en su interior debe ser, según la estimación de los periódicos de entonces, mas de cuatro veces mayor, es decir unos $ 700.000.- por la circunstancia de hallarse situados en esa calle los almacenes con objetos más valiosos y por haberse perdido la mayor parte de los muebles de las casas habitaciones.
Cerca de treinta familias habitaban las casas y edificios de la calle del Cabo (Esmeralda). En la lista de damnificados habían de muchas nacionalidades; ingleses, franceses, italianos, suizos, norteamericanos, alemanes y muy pocos chilenos. Por eso tal vez el Cuerpo de Bomberos nació con acento extranjero. A los “Gringos” se les vio trabajar día y noche en el siniestro.
Entre las personas que más se distinguieron en el incendio por su valor y actividad, se cuentan el Presidente Intendente de Valparaíso don José Santiago Melo, el Secretario de Marina don Demetrio R. Peña, oficiales de la marina inglesa, el conde Pouget, comandante del bergantín de guerra francés “Entreprenant”; M. Denis, oficial francés; Cadoux, carpintero de la escuadra francesa; Comandante del Cuerpo Cívico Nº2 don Nicolás Gatica (más tarde Alcalde e Intendente Interino), el comerciante alemán Otto Uhde, don Francisco Salvador Álvares Pérez, residente junto a su madre doña Dolores Pérez vda. de Álvares en la calle de la Victoria (hoy Avda. Pedro Montt) y herederos de la Hacienda Viña del Mar. La hija de don Francisco Salvador Álvares Pérez, Mercedes Álvares, se casa con don José Francisco Vergara Etchevers, quien sería en 1874 fundador de Viña del Mar y más tarde Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago entre los años 1884-1887, formando parte de la 5ª Cía. Arturo Prat.
También tuvo una importante participación don Martín Stevenson, el subteniente de artillería don Ramón Vicuña, don Ángel Custodio Gallo Goyenechea (incorporado a la 3ª Cía., Superintendente y Comandante en 1856 y más tarde en 1863 Comandante fundador del Cuerpo de Bomberos de Santiago formando parte de la 2ª Cía. “Bomba Sur”, hoy “Esmeralda”), el Teniente E. Sotomayor, el Ayudante de Bombas señor Cavareda, Urmeneta, los hermanos Antonio y Nicolás Orrego, Tomás Bland Garland, Jorge Ledsmer, Manuel De Lima y Solá (2ª Cía.), el ciudadano peruano don Edmundo W. Sartori, Marcelles, Adolfo Ballivian, Carlos Lamarca, el arquitecto John Duncan Livingston y sus dos hermanos, Jorge Bowen, Jean Duprat ciudadano francés dueño de una de los más grandes astilleros que había en Valparaíso y que en 1851 construiría un buque de 500 toneladas, bautizado como el “Constitución”, José R. Sánchez, Claudio Manterola, M. Dubreuil, Loring, Guillermo Vincent, el teniente Vicente Vidaurre y Bernardino Sánchez, el Comandante del Resguardo señor Marcelles y el Alcaide señor Pradel, que hicieron todo lo posible para salvar bultos fiscales y partes de nacionales. Es probable que muchos otros nombres, que no han llegado hasta nosotros, hayan quedado oscurecidos por la bruma del tiempo y el humo del incendio.
La digna conducta de los comandantes, oficiales y tripulantes de los buques “Entreprenant”, “Asia” y el Pontón inglés “Nereus”, obligó al Presidente Intendente interino de Valparaíso, señor José Santiago Melo, a dirigirles una nota de agradecimiento en nombre de la ciudad por los importantes y valiosos servicios que prestaron, salvando a la población de un desastre de mayores proporciones. Las notas y contestaciones de los dignos jefes, las copio íntegras para que los lectores las conozcan en todos sus pormenores. Cuatro días más tarde el Intendente subrogante don José Santiago Melo, invita a una reunión a los vecinos de Valparaíso creándose una Comisión Organizadora que inicia la gran tarea de formar el primer cuerpo de bomberos de la república, culminando la tarea con su fundación; el 30 de junio de 1851. Valparaíso 1851(hrm/cca)
6 comentarios :
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Adolfo Ballivián, mencionado cerca del fin del artículo, es Adolfo Ballivián Coll (1831-1874), hijo de José Ballivián Segurola (1805-1852), ambos Presidentes de Bolivia, 1873-74 y 1842-47, respectivamente.
Adolfo casó con Carmen Grimwood Allende, oriunda de Quillota, con quien tuvo varios hijos. La casa del primogénito, Adolfo Ballivián Grimwood (1852-1940), ubicada en calle Independencia 2061, es la actual sede del Club Deportivo Santiago Wanderers.
Hola mi nombre es Paula Ramírez C. actualmente soy postulante a la Novena Cía Zapadores Freire de Valparaiso, pero antes de todo esto vengo con mis orígenes bomberiles que comenzaron en la sexta región hace 3 años atrás en la Tercera Compañía de Bomberos Bomba Manuel Rodriguez Erdoiza de San Fernando.
Hoy me detengo a saber un poco mas de los inicios de nuestra tan querida institución.
Contenido histórico que todos los bomberos del país debieran saber, pero que nunca es tarde para tomarse el tiempo de aprender e informarse.
Agradezco a los administradores y autores por la entrega de tan importante contenido.
Gracias.
Me permito poner en vuestro conocimiento, que el Voluntario Fundador de la Primera de Valparaíso y que fue su primer Teniente 3° Sr. Edmundo W. Sartori y que después fue Fundador de la Tercera Compañía del Almendral y su primer Capitán, no es de nacionalidad peruana, porque de acuerdo a documentos que obran en mi poder el nació en Phyladelphia, Pennsylvania Estados Unidos.
Si desean mayor información, agradeceré que se puedan comunicar conmigo al correo perezd.enrique@gmail.com.
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