martes, 13 de marzo de 2007

La Tradición Familiar en los Cuerpos de Bomberos de Chile.


Una de las tradiciones más antiguas y hermosas, pero a la vez muy vigente es; la "Tradición Familiar" en los Cuerpos de Bomberos de Chile. Desde hace 156 años se ha trasmitido de padres a hijos y a nietos, el cariño, el respeto, y la importancia que guarda el ser bombero voluntario en nuestra Patria. Y no es una tarea fácil, por el contrario, el bombero debe luchar contra el fuego, contra el peligro y en muchas oportunidades enfrentar la incomprensión de quienes deberían apoyar su gestión. Felizmente en todas las épocas han existido bomberos que no sólo han contribuido con su esfuerzo físico al asistir incansablemente a cumplir con el deber voluntariamente impuesto, sino también han aportado con su preclara visión de lo que debe ser el servicio bomberil, como también desarrollando una función formativa y de verdaderos maestros de las nuevas generaciones que año a año se incorporan a este ejército de guerreros de la paz, como lo son nuestros bomberos voluntarios de Chile...
Como ejemplo de Tradición Bomberil familiar y generosidad sin límites, podemos mencionar a don Aquinas Ried, fundador en 1851 del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso y de la 2ª Cía. "Bomba Germania"; don Gustavo Ried Canciani, fundador en 1873 de la 5ª Cía. "Bomba América" (hoy "Arturo Prat") del Cuerpo de Bomberos de Santiago; y don Alberto Ried Silva, fundador en 1933 del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa y de la 1ª Compañía. De este último tenemos una arenga a los bomberos que hasta hoy sigue teniendo vigencia como el día que fue pronunciada durante el desarrollo del primer Ejercicio General del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, el 17 de septiembre de 1933.

“Compañeros”

El desenvolvimiento del espíritu de Cuerpo, ha nacido entre nosotros con caracteres inusitados de entusiasmo y vigor. Este hecho, afortunadamente consumado, me da la ocasión de exponer ante vosotros, algunos conceptos breves que han de induciros a meditar en lo que significa ser un buen voluntario.

Primeramente, para ser un buen bombero se requiere una base muy sólida de esfuerzo físico y de voluntad a toda prueba, unido esto a un alto espíritu de sacrificio y hondo sentido de la responsabilidad. Sin este sentido, el esfuerzo material resulta vano, ya que, fácilmente degenera en un simple entretenimiento, sin objetivo altruista alguno. La acción ha de ser, por lo tanto, conciente y severa para que sea fructífera.

Es necesario que los hombres que prestan sus servicios a un Cuerpo de Bomberos o Compañía de Bomberos Voluntarios, sean ante todo: Generosos, Nobles, Abnegados y de una Conducta Irreprochable.

Sin cualquiera de estas condiciones o virtudes, los individuos se eliminan por sí solos. Elimínanse de esta manera los egoístas o aquellos que toman nuestro oficio como un simple pasatiempo; los que suelen sonreír burlescamente ante las diversas manifestaciones espontáneas del alma bomberil que, al ser sincera y verídica, ha de poseer la pureza del hombre sano de espíritu, del adolescente, o del niño que desconoce la maldad y que todo lo encuentra bueno amable. Elimínanse, a su vez, automáticamente los hombres cómodos o indiferentes; aquellos para quienes la vida no es ni siquiera un sacrificio nimio en pro de los demás.

Mi larga experiencia en las filas del Cuerpo de Bomberos me ha enseñado que lo primordial para acrecentar el espíritu de Cuerpo, es el bien entendido compañerismo. Esta virtud crea la cooperación inalterable y absoluta. “Uno para todos y todos para uno”, he aquí un arcaico aforismo que debe palpitar en el corazón de todo buen bombero.

No pueden ser buenos bomberos los que todo lo critican y nada aportan ni construyen.

Por esta sola razón se declaran tácitamente excluidos como enemigos de la cooperación que es el éxito.

Son buenos bomberos, en cambio, los que acatan las órdenes o ideas emanadas de quienes han sabido apreciar muy de cerca, en carnes propias, y con todo su rigor, los afanes y riesgos inherentes a nuestra profesión. Alberto Ried Silva,
Valparaíso 1851 (hrm/cca)

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