lunes, 10 de abril de 2017

Incendio del Cuartel de la Maestranza de Artillería del Ejército de Chile en Santiago el 27 de enero de 1880.

En la mañana del 27 de enero de 1880 la ciudad era sorprendida por un formidable estruendo precedido de un inexplicable sacudimiento de tierra, todo ello provenía del Cuartel de la Maestranza de Artillería, situado en el Parque Cousiño originando un dantesco incendio, que generó a continuación una densa columna de humo por el sur-poniente de Santiago, cuya magnitud no sólo amenazaba al histórico edificio, sino que a la ciudad entera, dado que en su interior se guardaba toda la munición que usaban las fuerzas chilenas en la Guerra del Pacífico. Grandes explosiones estremecían todo Santiago, el aterrorizante incendio del Cuartel de la Artillería el que a su vez era utilizado como el arsenal del Ejercito Expedicionario se inicia a las 09,30 de la mañana. El Libro de Guardia de la 3° Cía. del Cuerpo de Bomberos de Santiago señala qué; a las 10:15 A.M. se dio la Alarma de Incendio en el 4º Cuartel....Ya la primera explosión alertó a la población e hizo comprender que se había producido una gran catástrofe causando la muerte de una veintena de empleados y operarios de esa Unidad Militar al explotar una gran cantidad de granadas con que se llenaban los “saquetes” con pólvora. Luego el fuego ya amenazaba con llegar a la Santa Bárbara y hacer volar no sólo todo el arsenal, sino también gran parte de Santiago. Granadas y balas encajonadas y almacenadas en diversos sitios, también otra cantidad de pólvora y elementos para la preparación de todo tipo de elementos de destrucción al estallar sin dirección causaban aún más víctimas. Como ya se ha indicado en su extinción participó el Cuerpo de Bomberos de Santiago y les cupo una muy destacada labor a la 5° Cía. “Bomba América”, hoy “Bomba Arturo Prat”, a la 1ra. Cía. “Mapocho”, 2da. Cía. “Esmeralda” y 3ra. Cía. “Claro y Abasolo” entre otras. El terror incontenible se apoderó de los habitantes de las casas ubicadas en las inmediaciones del Cuartel, corriendo despavoridos para salvarse de los estallidos. Por otra parte la noticia se conoció de inmediato y por todas partes surgían las figuras de los bomberos que corrían presurosos a su Cuarteles, en busca de sus bombas, mucho antes que se oyera el tañido de las campanas de incendio. La marcha de las operaciones bélicas ciertamente era, el tema de conversación de todos los habitantes de la ciudad de Santiago en los comienzos del año 1880. Los 550 valientes soldados chilenos que llegaron a Moquegua sin encontrar mayor resistencia a lo largo de los cien kilómetros ingresados en territorio peruano, era el comentario obligado de todos aquellos que desde la capital seguían con el pensamiento la marcha victoriosa de la bandera nacional. Pero una catástrofe debía venir a poner una nota de dolor en el ambiente sereno y optimista me refiero al incendio del Cuartel de Artillería el 27 de enero de 1880. La lucha fue ardua y llena de peligros, pero el arrojo de los bomberos pudo más que el fuego, y éste se rindió después de algunas horas de incesante trabajo, evitando así una nueva explosión en el Cuartel de Artillería. El servicio que el Cuerpo prestó en esa ocasión a la ciudad de Santiago fue el más señalado de todos cuantos le ha prestado a través de los 153 años de existencia (1863-2013), pues en ningún otro incendio los habitantes de la capital han estado expuestos a tan ciertos e inminentes peligros. Y no sólo la ciudad fue beneficiada con la labor del Cuerpo; también lo fue la República que, gracias a esa labor, vio salvado el material bélico con que contaba para proveer a sus ejércitos en campaña. La Ilustre Municipalidad de Santiago, haciéndose eco del aplauso con que fue premiado el trabajo de los bomberos, acordó entregarles una medalla conmemorativa que recuerda la heroica jornada. Para ello citó a la jefatura del Cuerpo de Bomberos para informarle del acuerdo Municipal; que acordó entregarles una medalla conmemorativa que recuerda la heroica jornada. A inicios del siglo pasado aún quedaban pechos valientes que la lucían con el legítimo orgullo que da el deber cumplido. El Directorio estaba constituido en 1880 por los siguientes Oficiales Generales: Superintendente José Besa de las Infantas (1° Cía.), Vice-Superintendente Antonio del Pedregal ( 6° Cía.), Secretario General Pedro Montt Montt (6° Cía.), Tesorero General: Don Juan Domingo Dávila Larraín (1° Cía.), Comandante: Don Carlos Rogers G. (5° Cía.) y 2° Comandante: Don Tulio Ovalle G. (2° Compañía) El incendio con que los santiaguinos veían acercarse la completa destrucción del enemigo; en la mañana del día 27 de Enero del año 1880, una violenta explosión producía un devastador incendio en el Cuartel de la Artillería. Ese día la ciudad era sorprendida por un formidable estruendo precedido de un inexplicable sacudimiento de tierra todo ello provenía del Cuartel de la Maestranza de Artillería, situado en el Parque Cousiño originando un dantesco incendio, que generó a continuación una densa columna de humo por el sur-poniente de Santiago, cuya magnitud no sólo amenazaba al histórico edificio, sino que a la ciudad entera, dado que en su interior se guardaba toda la munición que usaban las fuerzas chilenas en la Guerra del Pacífico. Grandes explosiones estremecían todo Santiago, el aterrorizante incendio del Cuartel de la Artillería el que a su vez era utilizado como el arsenal del Ejercito Expedicionario se inicia a las 09,30 de la mañana. Ya la primera explosión alarmó a la población e hizo comprender que se había producido una gran catástrofe causando gran cantidad de heridos y muertos que trabajaban en esa Unidad Militar al explotar una gran cantidad de granadas con que se llenaban los “saquetes” con pólvora. Según el libro escrito por Ernesto Roldán, bombero de la 1ra. Cía. de Bomberos de Santiago, este señala; “La fuerza de la explosión y de las materias inflamables convirtieron en pocos momentos en un verdadero volcán el establecimiento e hicieron volar por los aires dos departamentos de él, produciendo horrible muerte a más de veinte obreros que allí trabajaban”. Este fue el ambiente en el cual los bomberos voluntarios del Cuerpo de Bomberos Armado, al escuchar el tañido de “La Paila”, campana que anunciaba los incendios a cargo de Nicanor Castro, 1° Cuartelero General de bomberos de Santiago, cambió los rifles y las balas por sus queridas mangueras y pitones, y raudamente acudieron al combate del incendio más importante en los 16 años y poco más de un mes de vida que tenía como institución.
Así comenzó otra lucha en Chile, en la que bomberos combatía a su peor enemigo, el fuego, el cual no daba tregua y amenazaba con alcanzar el polvorín, haciendo más extrema las labores de los bomberos, quienes rápidamente salieron al auxilio de la ciudadanía junto a sus carros porta-escalas, bombas a palancas y a vapor. Poco a poco dichas piezas de material mayor comenzaron a estacionarse a un costado de las acequias con el fin de succionar el agua que después saldría expulsada por los pitones de bronce. Mientras el personal bomberil hacía arribo a la entrada nororiente del parque Cousiño, donde se encontraba cimentado el Cuartel de Artillería, una decenas de compatriotas hacía lo contrario escapando del peligro, ya sea por las actuales calles Dieciocho y San Ignacio o por la emblemática Alameda de las Delicias, hoy Alameda Capitán General Bernardo O’Higgins Riquelme. Todo ello generó un verdadero pánico entre los habitantes de las inmediaciones del Cuartel, que en busca de seguridad para sus vidas huían despavoridos en todas direcciones. Felizmente el arrojo de los bomberos pudo más que el fuego, y éste se rindió después de algunas horas de incesante trabajo. El servicio que el Cuerpo prestó en esa ocasión a la ciudad de Santiago fue el más señalado de todos cuantos le ha prestado a través de los años de existencia, pues en ningún otro incendio los habitantes de la capital han estado expuestos a tan ciertos e inminentes peligros. Y no sólo la ciudad fue beneficiada con la labor del Cuerpo; también lo fue la República que, gracias a esa labor, vio salvado el material bélico con que contaba para proveer a sus ejércitos en campaña. Como ya se ha indicado en su extinción participó el Cuerpo de Bomberos de Santiago y le cupo una muy destacada labor a la 5° Compañía Cía. “Bomba América”, hoy “Bomba Arturo Prat”. El terror incontenible se apoderó de los habitantes de las casas ubicadas en las inmediaciones del Cuartel, corriendo para salvarse de los estallidos. Por otra parte la noticia se conoció de inmediato y por todas partes surgían las figuras de los bomberos que corrían presurosos a su Cuarteles, en busca de sus bombas, mucho antes que se oyera el tañido de las campanas de incendio. A este incendio asistieron las ocho compañías con las que contaba el Cuerpo de Bomberos en la época: 1° Cía. “Mapocho” – 2° Cía. “Esmeralda” – 3° Tercera Cía. “Claro y Abasolo” - 4° Cía. “Pompe France” – 5° Cía. “Arturo Prat” – 6° Cía. “Salvadores y Guardias de Propiedad” – 7° Cía. “Zapadores Franco-Chilenos” - 8° Cía. “Unión es Fuerza”. El Libro de Guardia de la 2° Cía. “Esmeralda” del C.B.S. informa que a las 09.25 A.M. del día de hoy 27 de enero de 1880, dos terribles estampidos anunciaron a Santiago que algo muy terrible había pasado y que con la rapidez del rayo se difundió por la ciudad la noticia que el Cuartel de Artillería había volado. La Campana anunció también a los bomberos que se exigía su presencia para enfrentar aquella catástrofe. Pocas veces las Compañías habían salido con la celeridad que en esta ocasión. La “Esmeralda” fue de las primeras Bombas en llegar, armó en la plazoleta que da al costado oriente del Cuartel de Artillería. Una vez que entraron al patio del Cuartel, que da a la calle de Castro, y en el que estaban las salas de artificio, lugar del siniestro, se dieron cuenta de lo que había pasado; aquello se asemejaba a ruinas causadas por un terremoto. Colocaron un pitón en una sala inmediata a aquella en que se había producido el accidente. Habiendo en este departamento una inmensa cantidad de municiones, granadas y una buena cantidad de pólvora, sobre ellas había caído en ella una buena porción de escombros ardiendo, era eminente el peligro. Afortunadamente en poco tiempo este había pasado, gracias a la cantidad de agua arrojada. Entre tanto, otras Compañías refrescaban el polvorín en el cual había aproximadamente de 200 a 300 quintales de pólvora, otras apagaban los restos de la sala que había volado. Era tal la idea que se había esparcido del peligro que había, que cuando los Carros Portaescalas y Bombas de las diferentes Compañías corrían por las calles y también a caballo al lugar del siniestro; igual que los carros policiales tocando a incendio, las familias cercanas a la Artillería huían espantadas a la Alameda pidiendo auxilio y pensando que se les acababa la vida en esos momentos. A la vez recibían los bomberos recibían súplicas suplicas para que no fueran en busca de la muerte, según describió el diario El Ferrocarril. Pero si alguna vez ha dado el Cuerpo de bomberos de Santiago pruebas de que tratándose del cumplimiento del deber; la vida de sus miembros es lo secundario, ha sido en este caso.
Hubo un momento en que la voz de que el fuego había llegado al polvorín, la inmensa concurrencia que había en el cuartel, loca de terror, se precipitó como una avalancha hacia las puertas de salida. En este momento en que hasta los centinelas, olvidándose de la disciplina y la consigna, abandonaron sus puestos, solo los bomberos se mantuvieron firmes y serenos. El mismo diario El Ferrocarril agrega: A las dos de la tarde todo peligro había pasado, a esa hora los bomberos de la Compañía de Salvadores y Guardia de Propiedad con la ayuda de Soldados del Ejército y de la Policía removieron los escombros, sacaron los cajones de proyectiles en peligro entre los cajones había una verdadera mina de granadas cargadas en el mismo punto donde habían estado colocados algunos pitones. Los heridos fueron trasladados a la casa de Magdalena Vicuña en calle Castro donde se improvisa un Hospital de Sangre. A las 18,00 A.M. recibimos la orden de retirarnos, quedando desde esa hora hasta las doce de noche, de guardia la 1° y 3° Cía. a quienes en suerte había cabido este servicio. A las ocho de la noche se reunió el Directorio, y acordó manifestar a todas las Compañías la complacencia con que había visto el servicio prestado por el Cuerpo, y que éste se hiciera constar en las hojas de servicios. “Durante todo el incendio y aún en los momentos de más peligro, sobre todo cuando se creyó que el Polvorín iba a estallar, nuestros Bomberos no abandonaron por un solo momento el lugar donde se les había colocado, ni entregaron a personas extrañas el pitón que se había confiado a su cuidado, mostrando una sangre fría y valor que merece elogios”. Asistieron a este incendio los siguientes “Segundinos”: 2° Comandante, Tulio Ovalle G. – Director, Ambrosio Rodríguez O. – Capitán, Carlos R. Ovalle, - Sargento 1°, Isidoro Becerra - Sargento 2°: Ricardo Valdés - Maquinista 2°, Rafael Molinari – Secretario, Urbano Prieto – y los bomberos; José Tomás Zelada - Rafael Reyes - Manuel A. Varas - Blas Saldes - Daniel Riquelme V. – Adrián Mandiola - Elías Moreno - Santiago Peñailillo - Octavio Echegoyen - Carlos Luco - José Miguel Luco - Emilio Moreno - Ismael Gajardo - Víctor Lillo - Víctor Gómez y Manuel Zaldívar. La 2° Cía. “Esmeralda” sufrió los siguientes deterioros: Un perno de la Bomba Palanca, una tuerca de un perno del 2º Gallo, Una cama de la rueda chica del primer Gallo. La Bomba a Vapor: un tubo roto, una cama i dos rallos quebrados, dos faroles de los manómetros y cuatro tiras de mangueras rotas. Los daños que sufrió bomberos en el incendio del Cuartel de Artillería fueron: rotura de mangueras debido al mal trato recibido al inicio del siniestro y la permanente presión de 100 libras que trabajó durante toda la emergencia. Maneas del caballo del gallo, Deterioro de la pintura por el uso al trasladar de cajones de granadas. Deterioro de la bomba y destrozo de sus correas. En el Libro de Guardia de la 3° Cía. “Claro y Abasolo” del C.B.S. se puede observar que informa que a las 10:15 A.M. se dio la Alarma de Incendio en el 4º Cuartel. Indicando como sitio amagado el Cuartel de Artillería donde había tenido lugar una gran explosión de pólvora con que se llenaban los “saquetes”, esta se inflamó i estallaron un sinnúmero de granadas. El material de la Tercera llegó al lugar amagado a las 10:30 A.M. dando agua a los diez minutos después. Después de un constante y penoso trabajo se extinguió el fuego a las 12,00 horas A.M. A la media hora después se retiraron todos los Bomberos dejando su material en la Artillería, a donde quedaron citados para reunirse nuevamente a las 18,00 P.M. Desde esta hora nuestra Compañía quedó de Guardia hasta las dos de la mañana, hora en que regresó al Cuartel con la Bomba de Vapor, pues la de palanca se había traído a las 12,40 P.M. No ha ocurrido desgracia personal a ningún miembro de la Compañía, ni al Cuerpo en general. Después de un constante y penoso trabajo se extinguió el fuego que debían apagar a las 12,00 AM. Media hora después se retiraron todos los Bomberos dejando su material en el Cuartel de Artillería, donde quedaron citados para reunirse nuevamente a las 18,00 PM. Desde esta hora nuestra Compañía quedó de Guardia hasta las dos de la mañana, hora en que regresó al Cuartel con la Bomba de Vapor, pues la de palanca se había traído a las 12:40 P.M. No ha ocurrido desgracia personal a ningún miembro de la Compañía, ni al Cuerpo en general. La Bomba de vapor se colocó en la calle Castro a una cuadra de la Artillería, y se extendieron mangueras hasta el polvorín colocándose el pitón sobre la muralla de circunvalación de este y a dos metros de distancia ocupándose solamente en refrescar sus murallas evitando de esta manera en que se vio de estallar. Después de pasado este peligro se colocó el pitón entre el taller de granadas i artificios i el salón de depósitos, ocupándose exclusivamente de extinguir el fuego que había en ese lugar. La Bomba a vapor fabricada en 1875 y puesta en servicio un año más tarde por la fábrica Merryweather and Sons de Londres se colocó en la calle Castro a una cuadra de la Artillería, y se extendieron mangueras hasta el polvorín colocándose el pitón sobre la muralla de circunvalación de este y a dos metros de distancia ocupándose solamente en refrescar sus murallas evitando de esta manera en que se vio de estallar. Después de pasado este peligro se colocó el pitón entre el taller de granadas y artificios y el salón de depósitos, ocupándose exclusivamente en extinguir el fuego que había en ese lugar. “Durante todo el incendio y aún en los momentos de más peligro, sobre todo cuando se creyó que el Polvorín iba a estallar, los bomberos “Tercerinos” no abandonaron por un solo momento el lugar donde se les había colocado, ni entregaron a personas extrañas el pitón que se había confiado a su cuidado, mostrando una sangre fría y valor que merece elogios. La 3° Cía. “Claro y Abásolo” Con motivo del Incendio ha sufrido los siguientes deterioros: Un perno de la Bomba Palanca, una tuerca de un perno del 2º Gallo, una cama de la rueda chica del primer Gallo. La Bomba a Vapor: un tubo roto, una cama i dos rallos quebrados, dos faroles de los manómetros y cuatro tiras de mangueras rotas. Superintendencia del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Santiago, Enero 29 de 1880. Señor Director: El Directorio del Cuerpo de Bomberos en su última sesión, acordó, por unanimidad de votos, pasar a todas las Compañía la presente nota, manifestándoles su reconocimiento por los sobresalientes servicios prestados por los Bomberos que asistieron a salvar a la ciudad entera el día 27 del corriente, fecha del fatal accidente ocurrido en la Maestranza de Artillería. Sin la animosidad i entusiasmo de los Bomberos, indudablemente habríamos tenido que lamentar una de las grandes desgracias cual es, la perdida de la mayor parte de nuestra población, i la perdida al mismo tiempo, del material y municiones destinadas a continuar la guerra en que nos hallamos envueltos. Por esta razón, el Directorio, al acordar este voto de aplauso, convino también indicar a las Compañías la justicia que habría en estampar la asistencia de cada miembro del cuerpo a ese acto, en su foja de Servicios, como una nota especial. Igualmente ruego del señor Director. M.A.SS Antonio del Pedregal ( 6° Cía.) Vicesuperintendente Por el Secretario General M. Prieto. “Tercera Compañía” del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Santiago Enero 30 de 1880. Señor Vicesuperintendente. Me fue verdaderamente sensible no concurrir en razón de una ligera indisposición al acuerdo unánime del Directorio que tributó, en medio de la glacial indiferencia de todos los poderes públicos de la capital, un homenaje de gratitud a los hombres heroicos que la salvaron i los salvaron. Desde la memorable hecatombe de la Iglesia de la Compañía nunca había pasado Santiago por igual peligro ni nunca fue domado este con más levantado y resuelto heroísmo, porque si bien se ha juzgado prudente disminuir más tarde no la inminencia sino la extensión de la catástrofe, no es menos cierto que los incomparables Bomberos de Santiago han trabajado durante tres horas a sabiendas que luchaban no con las llamas sino con la muerte. La ruina de la Maestranza de la Artillería no fue, señor Vicesuperintendente, un incendio, fue una batalla. Y de esas batallas sordas y sin gloria en que se cae al pie del muro sin descansar en una cama, los Bomberos. Por esta razón Señor Superintendente, me adhiero a la ofrenda calurosamente consagrada al heroísmo que no tiene otros estímulos que el deber mismo. He pasado en consecuencia, en original la nota que se ha servido enviarme para que se conserve en el archivo de la Tercera Compañía, rogando a su digno y valiente Capitán de cuyos esfuerzos fui testigo, la ponga en la Orden del Día para conocimiento de los Voluntarios i auxiliares i se haga la inscripción debida en las hojas de Vida de los que se hallaron presentes, entre los cuales solicito un puesto, como mi estreno en el Servicio. Dios guarde a Ud. Benjamín Vicuña Mackenna Director Libro de Guardia de la “Tercera Compañía” del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Orden del día: Nota del Señor Director: Santiago, Enero de 1880. Señor Capitán: Tengo el honor de poner en sus manos como un timbre de alto honor para la 3ª Compañía de Bomberos de Santiago que usted tan dignamente manda, la nota original que el Directorio se ha servido dirigirme para constatar que la conducta de Bomberos y Auxiliares que asistieron al incendio de la Maestranza del Cuartel de Artillería el 27 del presente, han empeñado con justicia la gratitud del Cuerpo. Dígnese Ud. Poner esa nota en la Orden del Día y disponer que el Secretario haga las anotaciones correspondientes para que sirvan, no de aliento (que esto no lo ha de menester) sino de premio merecido a nuestros queridos compañeros. Dios guarde a Ud. Benjamín Vicuña Mackenna. Director Los bomberos “Tercerinos” que asistieron al Incendio del 27 de Enero de 1880, fueron los siguientes: 01.- Benjamín Vicuña Mackenna, Director - 02.- Antonio P. 2º Vergara, Secretario - 03.- Arturo Santos, Tesorero - 04.- Jacinto Varas, Capitán - 05.- Gregorio Ortiz, Teniente 1º - 06.- Vicente Navarrete, Teniente 2º - 07.- Alejandro Garfias, Teniente 3º - 08.- Máximo Reveco, Sargento - 09.- José María Oyarzun, Maquinista 1º - 10.- Ventura Cadíz - 11.- Francisco Maldonado - 12.- Emilio Cádiz - 13.- David Valenzuela - 14.- José Feliz Donoso - 15.- Tristán Urzúa - 16.- Rafael Dorén - 17.- David Molina - 18.- Sandalio Letelier - 19.- Rómulo Correa - 20.- Adolfo Vargas - 21.- Carlos Charpin, 22.- Juan Zanoletti - 23.- Eduardo Kinast - 24.- Pedro Gutiérrez - Olegario Briceño - Federico Frías - 27.- Filomeno Espejo - 28.- Manuel Barbier - 29.- Adolfo Breull, 30.- Joaquín Navarrete - 31.- Nicomedes Cruzat - 32.- Arturo Mazagoitía - 33.- Amador Balmaceda - 34.- Elías Serce - 35.- Amador J. Duran - 36.- Francisco Bravo F. - 37.- Zoilo Ortiz - 38.- Rodolfo Otero, 39.- Juan Boza - 38.- Amador Orrego - 39.- Antonio Cárdenas L. - 40.- Juan de Dios Pozo - 41.- Pedro P. Doren, 42.- Vicente Caballero, 43.- Ramón Contador - 44.- José Domingo Pizarro - 45.- Adolfo León, 46.- Martín Steinford - 47.- Pedro P. Doren - 48.- Isaac Serce (Asistió solo en la mañana). (Firmado) por el Ayudante de La Heroica y el Secretario Antonio P. 2º Vergara. Al revisar el Libro de Guardia de la 5° Cía. “Arturo Prat” del C.B.S. a cargo del Oficial Teniente 1° Eugenio Infante Costa se comprueba que la “Quinta” demoró 15 minutos en dar agua y lanzar los primeros chorros en la Santa Bárbara desde el momento de la explosión antes que la campana diera la alarma. Textualmente el oficial de Guardia Tte. 1° Infante anota: “La Compañía a la que tuve el honor de mandar en esta terrible catástrofe trabajó admirablemente, con un arrojo i heroísmo incalificable. No hubo uno solo de los voluntarios que abandonara su puesto por huir. La Compañía en esta circunstancia ha dado prueba una vez más que sabe cumplir con su deber i llegar hasta el heroísmo si es necesario guiados por la sombra del inmortal Arturo Prat que con su ejemplo nos ha enseñado el camino que debemos seguir y que supimos iniciar i habríamos terminado si las circunstancias así lo hubieran exigido”. Y agrega describiendo el trabajo del primer pitón: “El pitón se colocó en el mismo lugar en que estalló la explosión, al lado de la Santa Bárbara la que se temía que estallara de un momento a otro; en este primer momento puede decirse que tuvimos que sostener una verdadera batalla en medio de la gran confusión que existía en el interior del Cuartel; los quejidos de los moribundos i las explosiones parciales de los cajones de granadas que existían debajo de los escombros”. Los daños que sufrió bomberos de la 5° Cía. “Arturo Prat” en el incendio del Cuartel de Artillería fueron: Rotura de mangueras debido al mal trato recibido al inicio del siniestro y la permanente presión de 100 libras que trabajó durante toda la emergencia. Maneas del caballo del gallo, Carro de Carbón con pintura dañada por el uso para traslado de cajones de granadas. Abolladura de la bomba y se perdieron sus correas. Este incendio es parte de la rica historia “Quintina” y descubrimos que es el inicio de la frase "Firme la Quinta", creada por el bombero Gustavo Ried Canciani, bombero de esa Unidad y que inicialmente formó parte de la 2° Compañía de Bomberos de Valparaíso formada por la colectividad alemana, a la cual también pertenecía su padre el Dr. Aquinas Ried fundador de esa Unidad, más tarde denominada “Bomba Germania”. Gustavo Ried era el padre de Alberto Ried Silva “Quintino y posteriormente fundador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, historiador y escritor bomberil de excelencia. En la capital de un Chile en guerra entre 1879 y 1883, el pánico y el espanto imperaban en la mañana del 27 de enero de 1880. Este incendio originó variados cambios en la manera de actuar bomberil de la época, en el que diversos integrantes de los Cuerpos de Bomberos existentes cambiaron su cotona por la guerrera de soldado, demostrando su patriotismo en las batallas que se sucedieron. El tremendo y aterrorizante incendio del Cuartel de Artillería, que servía de arsenal al Ejército Expedicionario, había empezado a las 09,30 horas A.M. El fuego que siguió impenetrable y porfiado, amenazaba con llegar a la Santa Bárbara y hacer volar gran parte de Santiago. Asimismo otros miembros prestaron servicios en las secciones administrativas del ejército y mediante un trabajo silencioso contribuyeron al éxito político y militar que desencadenó la gloria para la comunidad chilena que combatió durante dicha batalla del siglo XIX. En otro aspecto y con el fin de aportar en lo que se pudiera, diversos Cuerpos de Bomberos acudieron al Palacio de La Moneda con el fin de disponer de sus bomberos para los requerimientos que fueran necesarios. Fue así como el Gobierno de la época encabezado por el Presidente de la República, don Aníbal Pinto Garmendia acogió de inmediato el ofrecimiento y se reactivaron los Cuerpos de Bomberos Armados, como el de 1866 que viajó a Valparaíso, los cuales estaban principalmente destinados a cubrir a las tropas que se encontraban en combate y en la cárcel, además de prestar ayuda en la movilización de los heridos. Cabe destacar que las Compañías de las colectividades (Alemanas, Francesas, Británicas, Italianas entre otras) mantuvieron su status y no participaron como el resto del personal, todo esto con el fin de no involucrar a las naciones y asentamientos extranjeros que representaban en el conflicto armado que se estaba desarrollando en el norte de Chile. De esta manera el accionar bomberil de un minuto a otro pasó a cobrar un sentido vital para el quehacer nacional, en donde el trabajo silencioso de los bomberos, pasó a ser parte fundamental de la campaña militar que se estaba desarrollando contra la milicia de Perú y Bolivia. Fue en este contexto, cuando los Cuerpos de Bomberos pasaron a tener una doble función que se vio en su máximo esplendor el 27 de enero de 1880, para el incendio en el Cuartel de Artillería de Santiago, denominado como Santa Bárbara, el cual servía de parque y maestranza de aprovisionamiento del ejército. Cabe destacar que en ese entonces, la Guerra del Pacífico se encontraba con la Región de Tarapacá consolidada por los chilenos, cuyas tropas se preparaban para la segunda campaña terrestre con el objetivo de llegar hasta Tacna y Arica, territorio peruano. Para esto, en el cuartel de artillería se guardaba la pólvora y se confeccionaba todo tipo de material de guerra que después serían utilizados en la batalla, convirtiendo este recinto en un emplazamiento clave para los intereses nacionales. No obstante los problemas presentados, los bomberos voluntarios de la 5° Cía. “Arturo Prat”, arrastraron su Bomba “Arturo Prat”. Al foco mismo del incendio sin que nada los detuviera. A los gritos de advertencia del pueblo haciéndoles ver que era tarde, que la explosión inmensa ya llegaba y era holocausto inútil el continuar, los “Quintinos” respondían con frases de aliento, de fe y de esperanza. En medio de esa visión apocalíptica la “Quinta” avanzaba por calle Dieciocho hasta llegar a las puertas del Cuartel de Artillería, que tenía su entrada por Avda. Beauchef. En ese portón, sable en mano, el valiente Capitán (Marcial) Urrutia trató de impedirles la entrada por considerar que era sacrificio inútil. Sin embargo, Gustavo Ried Canciani; un “Quintino” a cargo en ese momento de la Compañía - aprovechó una distracción del Capitán para franquear la entrada y gritar: "Adelante la Quinta”..... y la Bomba, el Gallo y los bomberos “Quintinos”, en medio de explosiones, llamas calor infernal, atravesaron el patio, los Talleres de Artificio y el Polvorín. Tomaron posición cerca de una acequia y armaron. Era la primera Compañía, de las ocho existentes, que dieron agua para enfrentar el siniestro. El aire era infernal y peligroso. Un casco de granada dio en la camisa de bronce de la Bomba “Arturo Prat”, abollándola y dejando para siempre esa huella de honor. Solo instantes se necesitaron para que la noble máquina empezara a lanzar sus primeros chorros de agua. La esperanza nacía y el Capitán Urrutia, ahora ya sonriendo y celebrando la astucia de Ried, se acercó a abrazarlo y a conversarle. En esos momentos también llegaban las otras Compañías de Agua. La amenaza de la explosión de la santabárbara, no había pasado. El peligro era permanente. De pronto se oyó un terrorífico alarido: "El Polvorín va a estallar..." Hubo silencio de espanto. Silencio roto, solamente por el ruido acompasado de los cilindros de la Bomba “Arturo Prat”, que ufana, humeante de vapor, seguía bombeando agua. Pocos segundos después, al de la máquina se añadía el taconeo de pisadas de los que se retiraban obedeciendo órdenes perentorias del Capitán Urrutia. Era tregua de muerte, era la calma que precedía al temporal, la catástrofe que se acercaba. La orden de retirada era para todos y todos la habían oído y se empezaba a evacuar el arsenal. Los ánimos se abatieron y el dolor se apoderó de los bomberos. No había palabras. Sólo silencio mortal, trágicamente matizado con escapes del vapor de las bombas, crepitar de llamas, balas y granadas perdidas, que estallaban por doquier. Un grito, una orden cruzó el aire: ¡Nadie se mueva FIRME LA QUINTA! fue dada con voz tranquila, ronca y de héroe, por Gustavo Ried Canciani, de la “Quinta”. Volvió el temple a las almas, los corazones se aceraron. Metros más allá, el “Quintino” Enrique Rodríguez Cerda, en el umbral mismo de la santabárbara, en la puerta misma de ese averno, inmóvil y sereno, como quien está dentro de una fresca catedral, continuó lanzando el chorro de agua del pitón contra el material ultra explosivo. Impertérrito, siguió en su puesto gracias al grito de Ried, y seguía su lucha contra esa montaña temible y alarmante que en un instante podía volarlo, destruir todo el pertrecho bélico que se necesitaba para continuar la guerra, y volar a la vez gran parte de la urbe santiaguina. Y firme quedó la Quinta y firme quedaron todos los heroicos bomberos de las otras Compañías. Era la víspera de las campañas de Tacna y Arica y los Bomberos de Santiago las habían hecho posible. Así describió Daniel del Solar en un relato histórico publicado en la revista El Teniente V° XI N°1 el origen del grito ¡FIRME LA QUINTA! que tantas veces han repetido los “Quintinos” para darse ánimos en situaciones de incertidumbre y peligro. Los “Quintinos” que asistieron al incendio de la Artillería y trabajaron en él durante las horas de peligro fueron los siguientes: Comandante: Carlos Rogers Gutiérrez, Teniente 1°: Eugenio Infante Costa, Teniente 2°: Guillermo Swinburn Kirk, Ayudante: Manuel Avalos Prado, Secretario: Rafael Minvielle Uriarte, Tesorero: Tomas Mouat Smith, Maquinista: Enrique Benoist Benedetti, Cirujano: Tomás Torres Echavarría, Bomberos: Gustavo Ried Canciani, Enrique Rodríguez Cerda, Waldo Silva Palma, Ignacio Santa María, Fernando Tupper, Claudio Vila Magallanes, Roberto Prado, Jorge Rodríguez, Rolando del Solar Echeverría, Julio Salinas, Víctor Olate, Juan Thierold, Arturo Stuven, Cuartelero Andrés Norambuena, Ayudante de Cuartelero Manuel Valenzuela De la Sexta Compañía “Salvadores y Guardias de Propiedad”: solamente se ha conseguido los bomberos asistentes al incendio del Cuartel de Artillería: Capitán Sr. Claro y Bomberos Srs. Tiska, Alvares, Becerra, Prado, Wormald, Ovalle, Cerda, Renjifo, Pedregal, Enriquez, González, Izquierdo, Freire, Montt. Respecto al incendio del Cuartel de Artillería, Benjamín Vicuña Mackenna expresó su pensamiento: “ Desde la hecatombe de la Iglesia de la Compañía, nunca había pasado Santiago por similar peligro, ni nunca fue domado éste con más levantado y resuelto heroísmo; porque si bien se ha juzgado prudente disminuir más tarde, no la inminencia, sino la extensión de la catástrofe, no es menos cierto que los bomberos de Santiago han trabajado durante horas a sabiendas de que luchaban no con las llamas sino con la muerte. La ruina de la Maestranza de la Artillería no fue un incendio; fue una batalla y de esas batallas sordas y sin glorias en que se cae al pie del muro sin divisar en su cima la bandera”. ”El Ferrocarril” publicó que las pérdidas se calculaban en treinta mil pesos y junto a las nóminas de muertos, heridos y desaparecidos señala las casas vecinas que sufrieron perjuicios. En una de la calle Castro estalló una granada quedando reducida a cenizas. Trozos de madera cayeron en los tejados de otras casas hundiéndolos. Un trozo que cayó en el Hospital de sangre pesaba dos arrobas. No quedaron vidrios en las calles entre San Diego y Ejército Libertador. En casa de doña Magdalena Vicuña cayeron cuatro granadas y una cayó sin reventar al lado de un valiente soldado del Chacabuco herido en Tarapacá y que convalecía en Santiago. Muchas granadas han reventado más allá de la Penitenciaría y otras en el camino de Cintura. El mismo diario dice “lo que hubo de más doloroso en la escena fue, que cuando llegaron los primeros bomberos de la Quinta se oían gritos desesperados de los heridos que se agitaban moribundos en medio del fuego, en el taller de mixtos, gritos de cruel angustia que ponían de relieve el martirio de aquellos desgraciados, gritos que helaban el corazón y hacían subir la sangre al cerebro. No era posible sacarlos de en medio de las llamas de esa hoguera colosal”. Zenón Freire como Intendente y Presidente de la Municipalidad firma el decreto que concede una medalla de plata a los Voluntarios que sirvieron en el momento de peligro y una de cobre a los Auxiliares, igual a ésta se concederá a los trabajadores de la Maestranza que recomienda el Coronel Maturana en el parte que pasó al Supremo Gobierno. A los particulares que se distinguieron ese día se les enviará una nota de agradecimiento. Nunca se supo cómo se originó este incendio, si fue sabotaje o simple descuido. Los testigos más cercanos volaron por los aires llevándose el secreto Vicuña Mackenna 1831-1886 fue un hombre multifacético, revolucionario, tomó las armas junto a su padre y hermanos en el motín de Urriola, su fracaso le valió una condena a muerte. Sin embargo, logró escapar de la cárcel y tomar parte en los alzamientos de Illapel y Aconcagua a raíz de la Revolución de 1851. Ya en Chile, volvió a la política, luchando por la libertad cívica en los artículos publicados en “La Asamblea Constituyente” y participando más tarde en el movimiento revolucionario de 1859 en contra del gobierno de Manuel Montt. Luego de caer preso fue deportado a Inglaterra, con los hermanos Manuel Antonio y Guillermo Matta. Este hombre visionario, agitador, político, bombero y filántropo; historiador, Intendente, Diputado y Senador, escritor infatigable, uno de los personajes más importantes de nuestra historia nacional. Fue Intendente de Santiago y en 1872 la transformó. Se hizo popular por las obras realizadas, entre otras; remodelación del cerro Santa Lucía, la canalización del río Mapocho, la construcción del Camino de Cintura y la arborización de plazas y avenidas- le granjearon una popularidad tan contundente que su proclamación como candidato a la presidencia para las elecciones de 1875 surgió casi espontánea. Sus últimos años Vicuña Mackenna se retiró juntó a su esposa Victoria Subercaseaux Vicuña a la tranquilidad de su fundo Santa Rosa de Colmo, en Aconcagua. Allí, falleció en el verano de 1886, siendo muy sentida por todo el pueblo, por la clase política y la intelectualidad del país, que le tributaron un último homenaje en una de las exequias públicas más masivas que recuerde la historia nacional.

Valparaíso 1851 (hrm/cca) 

Ernesto Roldán, 1° Cía. "Mapocho" C.B.S. - Libro "Firme La Quinta", de Agustín Gutiérrez Valdivieso "Tío Pitín" - 5° Cía. C.B.S. - Libro “Fuego” de Antonio Márquez Allison, 14° Cía. C.B.S. - 120 años de Unión, Constancia y Disciplina. - Archivo fotográfico “Valparaíso 1851”. - Archivos 2° Cía. “ESMERALDA” del C.B.S. - Archivos 3° Cía. “Claro y Abasolo” del C.B.S. - Archivos 5° Cía.“Arturo Prat” del C.B.S. - Archivos 6° Cía. - “Salvadores y Guardia de Propiedad” del C.B.S. - Archivos 8° Cía. “Unión es Fuerza” del C.B.S. - Archivos del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

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domingo, 9 de abril de 2017

Reflexión de CORUSCO; un exitoso escritor, referente al día a día de bomberos.

Desde hace 166 años, los Cuerpos de Bomberos de Chile que el primero de ellos nació el 30 de junio de 1851 en Valparaíso, primer puerto de de la República, la más antigua institución del voluntariado nacional, han entregado a lo largo de su territorio el esfuerzo personal y económico, la salud y hasta la vida de muchos de sus miembros en cumplimiento de sus generosos objetivos de bien público. Surgidos primero para luchar contra los incendios, luego en la medida de nuevos requerimientos, su actividad se amplió, siendo protagonistas en la solución de las variadas catástrofes y emergencias que se producen en Chile o incluso en el exterior tales como inundaciones, terremotos, rescates y otros.... La última lamentable oportunidad ha ocurrido en los recientes incendios que desalojaron parte de nuestro patrimonio forestal.
En ocasiones como esta surgen opiniones acerca de que el trabajo bomberil debiera ser remunerado. Algunos de buena fe sugieren recompensar el sacrificio humano y material que la institución debe cumplir en estas emergencias.
Otros proponen que este calificado servicio profesional y técnico prestado gratuitamente pase a un organismo del Estado. Unos y otros no conocen a los bomberos chilenos e ignoran que este organismo se sustenta en una profunda vocación de servicio público y compromiso ciudadano. Sus bomberos realizan un cotidiano acto de donación por los demás, atendiendo las aflicciones de otros antes de pensar en ellos, sin barreras ideológicas de ningún tipo.Hoy bomberos paga y ayuda en la mantención de la compañía a la cual pertenece. Ser bombero en Chile no es un medio de vida; es un modo de vivir. 

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Incendio de la Cía. Cinematográfica ITALO-CHILENA en calle Chacabuco esq. Carrera el 17 de febrero de 1936

 Postrero homenaje del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso a las
                  35 víctimas del incendio en Carrera esq. Chacabuco 17.02.1936                               
La tranquilidad de la noche y el reposo de muchas personas que disfrutaban alegremente de su verano, se vieron turbados minutos después de la 01,00 AM., del lunes 17 de febrero de 1936, cuando las sirenas del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso avisaban a sus bomberos del violento incendio que estallaba en el edificio situado entre el lado oriente de Avda. Pedro Montt y las calles Carrera y la esquina oriente de la calle Chacabuco, donde funcionaba la Compañía Cinematográfica “Ítalo Chilena....
El fuego convirtió el inmueble en una inmensa hoguera descontrolada, originándose escenas desgarradoras entre los moradores y quienes en los primeros momentos intentaban sin éxito rescatar sobrevivientes de entre las llamas. Gritos de mujeres, carreras de hombres y niños desnudos, desconcierto general, produjo en los primeros instantes el estallido del incendio. La acción de bomberos fue temeraria para tratar de salvar vidas y paralelamente apagar el incendio que ha de ser recordado como una catástrofe en Valparaíso. Todas las declaración de los testigos que a esa hora transitaban por el lugar, coincidieron que primero se sintió una explosión repentina que estremecieron las ventanas de todo el sector y luego en cuestión de minutos las llamas abrasaron el edificio por completo, el que ardía como una inmensa hoguera, saliendo de las ventanas grandes lenguas de fuego que hacían lívida y siniestra la obscuridad nocturna. La visión del siniestro era horrorosa, de esos incendios que se resisten a ser descritos por las palabras, que pierden elocuencia ante la inmensidad dolorosa de un acontecimiento que siega brutalmente el curso de numerosas vidas, que momentos antes se sumaban al concierto animado de la ciudad que disfrutaba del verano de 1936. Se dice que el incendio se habría iniciado en el primer piso, en el edificio de propiedad de la Cía. de Seguros Franco-Chilena, El edificio siniestrado no pertenecía la Cía. de Seguros “La Franco-Chilena” como señaló la prensa de la época, sino que era de propiedad de la Congregación de las Hermanas de la Providencia, que mantienen el Asilo de Huérfanos de la Providencia. Las religiosas empleaban íntegramente el producto de los arriendos en mantener a los pequeños en su asilo y es para ellas este golpe; una catástrofe irremediable. Como se indicaba en el primer piso funcionaba la Compañía Cinematográfica Ítalo-Chilena y donde se almacenaba gran cantidad de celuloide, propagándose en forma inusitada a través de los ventanales interiores a los piso superiores del inmueble, afectando inicialmente al inmueble de calle Chacabuco Nº1812, en esa dirección funcionaba una residencial de propiedad de la señora Juana Guajardo vda. de Brandt, en el lugar bomberos encontró los 10 primeros cadáveres, todos de mujeres, quienes no tuvieron tiempo de hacer nada para ponerse a salvo, pereciendo calcinados, con las manos crispadas como en actitud de defensa o plegaria. El esposo de la señora Guajardo fue don Carlos Brandt, fue dueño del antiguo “Almacén Alemán” de calle Cochrane. Al llegar las primeras bombas al lugar del siniestro por calle Chacabuco, los bomberos se encontraron inicialmente con la falta de agua en los grifos del sector, atacando mientras tanto con hachas, pero era tan grande y sofocante el calor en el lugar que bomberos con su material debieron retroceder, ya que el pavimento de alquitrán que cubría calles y veredas se había caldeado y hacía imposible transitar por el lugar ni menos acercarse por peligro a quedar atrapado. Sin embargo, una vez más en su largo historial de heroísmo y sacrificio, con decisión temeraria, los bomberos de todas las Compañías asistentes aunaron sus esfuerzos y luego se inició en forma el ataque al fuego, bajo la hábil dirección del Comandante del Cuerpo de Bomberos, don Juan Enrique Lyon Sarratea (3ª Cía.). Un grupo de bomberos de las Compañías de Escalas, tendieron su material hacia el interior del edificio que aún se encontraba en llamas, salvando a muchos moradores que no habían alcanzado a salir a la calle y que corrían por el interior del edificio pidiendo socorro, su rescate resultó tan heroico como riesgoso, siendo elogiosamente comentado por los cientos de personas que presenciaban el accionar de los valientes bomberos. El fuego seguía su obra siniestra por el interior del edificio y las llamas aparecían en las casas que tenían salida por avenida Pedro Montt. Los bomberos se movilizaron rápidamente y en acción coordinada enfrentaron el fuego, instalando escaleras y subiendo sus mangueras, para así, desde el fondo del Teatro Real (hoy el sitio ocupado por el Supermercado Santa Isabel) poder atacar el fuego en condiciones más ventajosas. El incendio se extendió también por calle Carrera con gran rapidez, siendo afectada la residencial consignada con el Nº447, perteneciente a don Carlos Humberto Bolocco y a la señora Carmen de Bolocco. El señor Bolocco ocupaba el segundo piso y parte del tercero. Bomberos de la 10ª Cía. tuvo que derribar la puerta de entrada en forma violenta para rescatar a varias personas que se encontraban en su interior. El fuego también tomó incremento por el frente de calle Carrera y redujo a escombros la bodega de Cemento Portland, siendo controlado gracias a una enérgica y desesperada acción de los bomberos, en la mercería que se ubicaba en la esquina de Carrera con Pedro Montt (hoy Ferretería Francesa). Mientras bomberos trabajaba en el lugar, pasada las 02,00 de la madrugada, se desprendió un gran trozo de cornisa del tercer piso, aplastando la pierna de un bombero que trabajaba en la extinción del fuego en el primer piso, debiendo ser trasladado de urgencia a la Asistencia Pública. Los daños por pérdidas de los inmuebles fueron de varios millones de pesos, asimismo la Cinematográfica Ítalo-Chilena perdió todas sus existencias de películas. Asimismo resultaron completamente destruidas y con pérdidas totales las Residenciales ubicadas por las calles Chacabuco, Carrera y Pedro Montt. Cuando los chorros de agua permitieron a bomberos acercarse a la Residencial de Chacabuco Nº 1812, estos procedieron a sacar uno a uno los cuerpos calcinados de las víctimas, las que fueron trasladadas en camión a la morgue del Hospital Van Buren. Poco después de la 1 ½, bomberos dominó el fuego por calle Carrera y otra víctima apareció en una escala a pocos peldaños de la puerta. Completamente carbonizada fue sacada y conducida a la morgue, el cuerpo correspondía a una niña de 15 años. En dicha Residencial vivían 40 personas, entre ellos un joven empleado de la firma Bonacic y Cía. cuya firma tiene sus bodegas al lado del sitio del suceso, vecinos del lugar, se recogió minutos antes de la 01,00 A.M. cuando comenzó el incendio y no se tuvo información alguna sobre su paradero. Entre los desaparecidos se encontraba el señor Hans Schroeders, representante en Santiago de la sección de Turismo de los Ferrocarriles Alemanes que se encontraba de paso por Valparaíso y se alojaba en la Residencial de Chacabuco Nº 1812. Al señor Schroeders le correspondía hacer la propaganda de la Olimpíada Berlín 1936 en Alemania. En la misma residencial se alojaba el cajero del Banco Germánico señor Manuel Achurra. El incendio afectó las transmisiones de las Radios “Diario la Unión” y “Del Pacífico”, por haberse quemado el cable de corriente alterna que alimenta los amplificadores de ambas estaciones. Las personas que alojaban en la residencial de Avda. Pedro Montt Nº 1817, amagada también por las llamas, se refugiaron en el Teatro Real, cuyo empresario señor Vásquez, dio toda clase de facilidades para que los 32 sobrevivientes pasaran la noche en su oficina y en la sala del teatro. Entre quienes recibieron esta ayuda estaban las familias Krumenacker, Arcaya-Díaz, Mateluna, Arnold, Ulloa, Bolocco y la Srta. Ana Baeza Ossa y la Sra. Luz Wilson de Palacios La remoción de escombros duró hasta las 06,00 A.M., siendo trasladados en repetidos viajes en un camión de Carabineros a la Morgue del Hospital Carlos van Buren 36 cadáveres carbonizados e irreconocibles por efectos del fuego. Entre ellos pudo ser reconocido el eminente catedrático, abogado don Juan Guillermo Guerra. La Prensa del día martes 18 de febrero de 1936 señalaba que el incendio había dejado un saldo de 36 muertos y 4 desaparecidos, agregando que este incendio fue de tal magnitud que sólo se podía comparar con el siniestro ocurrido el año 1914 en el Pasaje Ross frente al actual edificio del diario El Mercurio de Valparaíso, donde también se produjeron escenas de horror y un gran número de víctimas fatales. Informaba también la prensa que en las primeras horas del día lunes 17, el Juez del 3º Juzgado del Crimen ser Antonio Vidal Arellano tomó conocimiento oficial mediante el parte enviado por el Comisario de la 5ª Comisaría Central de Carabineros. También recibió las informaciones del Prefecto de Investigaciones don Armando Montaner. El señor Juan Troni en representación de la Cía. Cinematográfica Italo-Chilena, fue llamado a la audiencia con el Juez, luego de sus declaraciones el señor Troni fue detenido por su responsabilidad en los hechos. A las 16,00 horas el Juez de Turno acompañado del Liquidador de Siniestros, Jefes de Investigaciones, Carabineros y un antiguo ocupante visitó el lugar siniestrado, recibiendo información de la distribución de las habitaciones y salidas de emergencias, ordenando a los señores Germán Wehrhahn y Mario Galli ambos funcionarios del Gabinete de Identificación; confeccionar la lista de los pasajeros y personas que habitaban el lugar. Especial importancia tuvo el parte enviado por el señor Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, don Juan Enrique Lyon Sarratea (3ª Cía.) en su deseo de cooperar a la labor judicial y esclarecer el origen y causas del incendio que produjo la catástrofe por todos lamentada. Cuerpo de Bomberos de Valparaíso . Comandancia Valparaíso, Febrero 17 de 1936.- Señor Juez del 3º Juzgado del Crimen – Presente Señor Juez; A la 1 hora se recibió la alarma dada por la 5ª Comisaría, señalando como sitio amagado el edificio de 3 pisos ubicado en calle Carrera, entre Pedro Montt y calle Chacabuco, propiedad que pertenece a la comunidad de las Monjas de la providencia. El fuego principió por el local en calle Chacabuco Nº 1806 ocupado por la Compañía Cinematográfica “Ítalo-Chilena”, donde almacenaban películas y demás material afecto al negocio cinematográfico. El origen no se ha podido precisar, pero es opinión del suscrito que, es posible que se deba a alguna combustión o muy posible a algún fósforo o cigarrillo, distraídamente arrojado desde la calle por algún transeúnte, que por alguna ventana abierta ha ido a dar encima de los varios rollos de películas antiguas que se dice que ahí existían. Lo cierto es que, según algunos vecinos, se sintió una explosión e inmediatamente ardían los 3 pisos del edificio por calle Chacabuco y buena parte que queda por Carrera. Al llegar el Cuerpo de Bomberos al lugar del siniestro, ardía violentamente más o menos la mitad de todo el edificio y luego se constató que muchas personas habían quedado encerradas en la casa ubicada en (calle) Chacabuco esquina Carrera. Desgraciadamente así era y en breves instantes, tal vez en menos de tres minutos han perdido la vida por asfixia y quemadas muchas personas. Hasta el amanecer el Cuerpo de Bomberos entregó a Carabineros 23 cadáveres carbonizados. Asistió todo el Cuerpo de Bomberos menos la Compañía de Guardia en el sector Puerto, las que se retiraron a las 06,00 horas AM., lo que comunico a Ud. En cumplimiento al Artículo 30 Decreto Ley Nº 251. Dios Guarde a US. (Fdo.) Horacio Rodríguez Mc-Kenna Juan Enrique Lyon Sarratea . Ayudante de Comandancia Comandante Al ser consultado por la prensa respecto a la poca presión de agua en los grifos del sector durante los primeros momentos del incendio, el Comandante de Bomberos señor Lyon Sarratea señaló que ello se debía a que el servicio de agua potable domiciliario estaba graduado para usuarios de casa y solo se aumentaba la presión para el servicio de grifos cuando se producía algún incendio y por cierto que ello tenía una demora desde que se daba la alarma hasta que se ponía en marcha el operativo. El diario “La Unión” destacó el acto de heroísmo realizado por el Marinero señor Ramón Gómez, Guardián 1º del acorazado “Almirante Latorre” durante el incendio de la madrugada informando lo siguiente: Acto Heroico.- Ramón Gómez, Guardián 1º de la Armada de Chile, de dotación del acorazado “Almirante Latorre”, realizó esta madrugada verdaderas proezas y con un arrojo extraordinario. Fue uno de los primeros en intentar el salvamento de muchas personas que pedían auxilio. En esos momentos las llamas habían abarcado gran parte del edificio y los bomberos trabajaban desesperadamente por reducir las proporciones del siniestro. Gómez haciendo gala de valor extraordinario, subió hasta los pisos superiores y salvó a varias personas que padecían primeros síntomas de asfixia y estaban expuestas a morir por la acción del fuego. El bombero Oscar Acosta (8ª Cía.) entrevistado por el diario “La Unión” señaló: “Probablemente fui uno de los primeros en acudir al llamado y subí rápidamente hasta el tercer piso de la parte del edificio que da a calle Chacabuco, ya que el interior estaba casi totalmente abrazado por las llamas. Al llegar al tercer piso una persona, por el humo, no me di cuenta si era hombre o mujer, exclamó: “Bombero, Bombero me asfixio”; le pasé entonces mi toalla y traté de bajarla, pero en esos momentos un chorro de agua me dio en el cuerpo derribándome por la escala. Sin embargo no solté a la persona que estaba conmigo y rodamos muchos escalones. Al llegar abajo la solté y ella escapó corriendo ¡¡ Dios quiera que se haya salvado!! Pero la violencia del incendio fue tal, que bastaron muy pocos minutos para que todo el cuerpo del edificio que da a Chacabuco quedara convertido en una inmensa hoguera. ¿Cree Ud. Que han muerto otras personas? – Estoy casi seguro de ello. Los gritos desesperados de muchas de ellas todavía resuenan en mis oídos al tratar de salvarse por cualquier medio de una muerte horrorosa. Seguramente el número de muertos subirá del que hoy se anota en la Morgue” Al día siguiente del incendio según señala un periodista del diario “La Unión” de Valparaíso se encontró con el Capitán de la 3ª Cía. “Cousiño y A. Edwards” don Nolberto Ladrón de Guevara, quien presentaba los efectos del rudo trabajo desarrollado en la madrugada anterior. Su rostro presentaba inequívocas señales de cansancio y estaba completamente afónico. Su impresión textual fue “...que el incendio tuvo una violencia como jamás había visto en todos los centenares de incendios a que he concurrido. No deben haber pasado más de 3 minutos desde el instante en que se produjo la combustión hasta el momento en que todo el edificio ardía incontrolablemente”. Yo pasé en mi automóvil con mi esposa por calle Carrera hasta Yungay en donde vivía, detrás del diario “La Unión” y nada mi hizo presagiar que minutos más tarde ese edificio habría de convertirse en una hoguera infernal. Subí a mi casa y despaché a la empleada que se había quedado al cuidado de mi hijita y esta se retiró a su habitación en el último piso. No habían transcurrido dos minutos cuando baja gritando despavoridamente INCENDI0…. INCENDIO AQUÍ. Calmando a mi esposa con dos palabras trepé a la terraza y establecí que el incendio era exactamente en diagonal con mi casa, era un incendio pavoroso, porque las llamas brotaban hacia el cielo de todas partes, pareciendo lamer el edificio que se recortaba entre el fuego. Me coloqué rápidamente un jersey de lana y corrí hacia la esquina de carrera con Chacabuco, ya estaba ahí la 4ª Cía. de bombas que se había estacionado a la altura de la bodega de Morrison, imposibilitada de avanzar mayor trecho porque el calor era insoportable y significaba una temeridad acercarse, exponiéndose a serios peligros. Por Avda. Pedro Montt llegaban en esos precisos instantes la 3ª “Cousiño y A. Edwards”, 5ª “Pompe France”, 6ª “Cristoforo Colombo y 7ª “Bomba España” Compañías sucesivamente. En mi calidad de Capitán más antiguo, asumí de inmediato la dirección del ataque: Grité a los “Cuartinos” que me dieran agua, lo que hicieron de inmediato. No había ninguna esperanza de contener el fuego que se desarrollaba por momentos con mayor intensidad, por lo que dispuse inmediatamente que un pistón se estableciera en el corazón mismo del edificio en el depósito de cemento con el objeto de proteger la mercería de la esquina de Pedro Montt. Simultáneamente establecí otro pitón en la puerta trágica, con el objeto de salvar los medios de escape del edificio. Sucesivamente fueron colocados pistones en el 2º piso, tratando de salvar las vidas y el cuerpo del edificio que pudiéramos. Pero, sobre todo, el objetivo de nuestro trabajo en los primeros instantes fue salvar las escaleras en lo posible y tratar de acorralar el fuego, a fin de que no llegara hasta la mercería. Luego el señor Ladrón de Guevara agrega;”...nos sentimos más tranquilo de haber logrado tal finalidad, ya que si el fuego hubiera llegado hasta la mercería tendríamos que lamentar hoy muchas más vidas. La combustión de los aceites, aguarrás, parafina, cartuchos de caza, etc. hubiera sido tan tremendo que hubiera arrasado virtualmente con los teatros, amagando seriamente la manzana entera. No puedo menos que elogiar el comportamiento de los bomberos de todas las Compañías que en los primeros instantes tomaron sus puestos en los sitios de mayor peligro, luchando contra el fuego y con la insuficiencia del agua, cuya baja presión hacía peligrar sus propias existencias. Para dar una idea de la violencia del fuego, bastará mencionar que la puerta del corralón que queda detrás del Obispado y que da frente al edificio del siniestro resultó seriamente dañada por efecto del calor, del mismo modo las chispas habían alcanzado las cornisas del bar del frente que amenazaba también quemarse. El calor en todas las inmediaciones era insufrible y entrabó grandemente la labor de los bomberos. Al ser entrevistado por la prensa, el Capitán de la 4ª Cía. “Almte. Manuel Blanco Encalada” don Rómulo Acevedo declaró: “El agua nos acompañó desde los primeros momentos, pues se instalaron de inmediato los dos grifos de agua salada que existen en la calle Las Heras. Pero el incendio era demasiado extraordinario para declinar, todo fue inútil, considero que no existe medio alguno para combatir un siniestro de las proporciones del lunes en la madrugada. Porque aquello fue una verdadera explosión de fuego, las 120 libras de agua que arrojaban nuestros chorros eran sólo gotas de agua en ese infierno. También la “Cuarta” usó la escala telescópica de la 9ª Cía. “Zapadores Freire” para proteger por la calle Chacabuco el edificio de la Cinematográfica Italo-Chilena. Durante el siniestro mantuvimos tres chorros; uno por los techos, otro por Chacabuco y un tercero por calle Carrera. A pesar de haber concurrido todo el personal que trabajó en forma perfecta desde la una de la madrugada hasta las seis de la mañana, fue imposible el salvamento de tantas vidas, pues el fuego era tal que hacía imposible todo salvamento. Por su parte el Capitán de la 5ª Cía. “Pompe France” don Graciano Berbedet señaló al diario: “Nuestra Compañía nunca ha trabajado mejor que en el voraz incendio de la madrugada del lunes, pero si no nos fue posible una acción más eficaz en defensa de tantas vidas, se debió según mi modo de pensar a que la alarma fue dada con tardanza, pues cuando llegamos al sitio del fuego, segundos después del llamado, ya todo el edificio era una hoguera. Por ello nuestro material fue impotente para hacer frente a las llamas, que cada vez adquirían mayor volumen debido a la abundancia de material explosivo; como las películas del primer piso que se quemaban. También nos encontramos con otro factor en contra; el agua falló durante los diez primeros minutos. Después respondió y se trabajó con dos chorros de 1 ¼” pulgada durante cuatro horas sin decaer un instante en nuestro desesperado anhelo por arrebatar algunas vidas del fuego”. El Capitán de la Sexta Compañía “Cristóforo Colombo” don José Carozzo Corales informó al diario “La Unión” lo siguiente: “El trabajo de la “Sexta” durante este siniestro no tiene nombre, se concretó a proteger del fuego el cuerpo del edificio que queda entre calle Carrera y Avenida Pedro Montt. En esta forma conseguimos amagar las llamas que estaban envolviendo los camarines y escenarios del Teatro Real y También detener el fuego precisamente en una de las bodegas de la mercería que da al lado del teatro. Considero que la catástrofe habría sido aún más grande, pues en la bodega de la mercería había un gran stock de mercaderías inflamables como ser bencina, aguarras y pólvora y hay que pensar que en los altos de la mercería estaba instalada una casa residencial. Yo estimo que el municipio que permitió la construcción de los edificios quemados, sin que se levantaran las respectivas murallas corta-fuegos, le cabe una gran responsabilidad, pues no es posible la existencia de tres cuerpos de edificios sin sus respectivos corta-fuegos. También estimo que debido al material inflamable que existía en el primer piso del edificio de la calle Chacabuco, se debió los caracteres de explosión que alcanzó el fuego. En cuanto al material de que dispone el Cuerpo, estimo que debe ser mejorado con subvenciones de las Cías. de seguro y del Gobierno. El diario “La Unión” informa también que don Armando Boch, Capitán de la 7ª Cía. “Bomba España”, fue uno de los primeros en llegar al sitio del fuego tomado de una de las ambulancias de la Posta Central y sus palabras fueron: “Fue como si una bomba hubiera estallado, pues las llamas en forma instantánea abrazaron totalmente el edificio. Tal fue así que no se asomó nadie a los balcones a pedir auxilio, pues el fuego segó a las víctimas en los primeros momentos de su aparición. A esto se debió la imposibilidad del salvamento, pues no fue falta de comprensión del siniestro de parte de las diversas Compañías, ni demora en el ataque. Todos trabajaron en forma excelente. Además creo que aquí en Valparaíso no hay mucho que desear en cuanto a los servicios de bomberos, los cuales considero como los mejores de Sud-América. Durante la acción de nuestra Compañía resultaron heridos 2 bomberos nuestros; Gerardo Hayé y Alfredo Pelo, cuyo estado de salud ha experimentado una reacción favorable. En mi larga vida de bombero no recuerdo un siniestro de las proporciones del estallado antenoche. Solamente el incendio del Pasaje Ross se asemeja algo. En esa ocasión concurrí al siniestro siendo Capitán de la Cruz Roja Chilena de Valparaíso”. El Capitán de la 9ª Cía. “Zapadores Freire” don Albino González Briones al ser consultado por el diario “La Unión” respondió: “Inmediatamente que llegamos con el carro al sitio del siniestro, fue armada la escala telescópica por calle Chacabuco, iniciándose la acción de protección del Teatro Real, por medio de una escala diagonal colocada sobre la muralla divisoria del teatro. Ahí mismo se pusieron dos pitones. Por avenida Pedro Montt, la “Novena” colocó su escala de corredera de 45 pies de extensión. Con todo este material armado pudo realizarse una acción efectiva más bien de protección que de extinción, pues nada se pudo contra lo abrazado por las llamas. También nuestra Compañía fue la primera en presenciar el cuadro macabro de las diez jovencitas carbonizadas en su intento de huir por una de las puertas de calle que dan a Chacabuco. Nuestros bomberos al derribar la mampara, notaron que sus pies se enredaban en una materia espesa y blanda que por el olor que expedía, de inmediato los hizo reconocer en aquello un montón de carne humana quemada. Es francamente indescriptible la impresión que nos embargó en esos instantes supremos en que el fuego era una amenaza para tantas vidas. También debo lamentar la falta de agua que si no nos perjudicó directamente en nuestro trabajo, entrabó notablemente el de las Compañías de Agua. En la acción de antenoche resultó herido el voluntario Carlos Rojas pero felizmente su estado no es de gravedad”. El diario “La Unión” del martes 18 de febrero de 1936 publica algunas impresiones del Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso don Juan Enrique Lyon Sarratea (3ª Cía.) respecto al siniestro que afectó a la ciudad la madrugada del lunes 17: “No puedo aun reponerme de la impresión que ha dejado en mi ánimo la extraordinaria violencia de este incendio. Ha estallado y se ha desarrollado con tanta violencia que aun si todo el Cuerpo de Bomberos con todo su material y todos sus bomberos hubiera estado presente, no habría podido contener, ni menos salvar a las infortunadas víctimas. Estamos en condiciones de asegurar que cuando las primeras bombas llegaron, ya los infortunados ocupantes del edificio habían perecido en su empeño de encontrar salvación. El factor de la baja presión del agua no es de despreciar, pero no hubiera influido en nada, así hubiéramos tenido toda el más potente chorro imaginable en cada pistón. Ha sido tan violento y abrazador el fuego, que cuando el gallo de la 4ª Compañía llegó al sitio del incendio; fue el primero en llegar, ya este había tomado un incremento tal que todo el edificio era una sola hoguera. Acerca de los orígenes del siniestro, mi impresión personal y particular es que alguien que transitaba por frente a las oficinas de la Italo-Chilena arrojó inadvertidamente bien, un fósforo o una colilla de cigarro produciendo la combustión que algunos segundos después produjo la violenta explosión que precedió al incendio. Finalmente el diario consigna que el Comandante Lyon hizo un detallado y espeluznante relato de cómo fueron encontrados los cadáveres, lo que el diario omite por respeto al dolor de los deudos. El Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, don Rafael Luis Barahona Verdugo (3ª Cía.) hizo una serie de observaciones al señor Alcalde de Valparaíso don Oscar Ruiz-Tagle, todo referente a la manera en que funcionaron algunos servicios públicos durante el incendio de calle Carrera. Todo ello acompañado de un informe del Comandante don Juan Enrique Lyon Sarratea (3ª Cía.). La nota decía lo siguiente: Cuerpo de Bomberos Valparaíso . Superintendencia 18 de Febrero de 1936 Señor Alcalde Me permito acompañar a la presente, copia de la nota que he recibido del señor Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso don Juan Enrique Lyon Sarratea, motivada por las consecuencias del último siniestro, extremadamente dolorosas y que han constituido un luto para la ciudad. Hago mías en todas sus partes las aseveraciones del señor Comandante Lyon y con las observaciones y la experiencia que da el trabajo del Cuerpo de Bomberos puedo afirmar a US. Que hay en Valparaíso numerosísimos edificios atestados de moradores y en que faltan las más elementales medidas de seguridad para casos de incendios. En los cerros especialmente los habitados por familias de modestos recursos y en que las casas son generalmente de material ligero y muy combustible hay construcciones en que el descuido al respecto excede a toda ponderación. El fuego puede fácilmente cortar en esas construcciones el acceso a la calle en el primer momento y dejar a numerosas personas a merced de las llamas Conocedores del interés de US. Por servir eficientemente a la ciudad, me permito hacerle presente todo lo anterior y rogarle tenga a bien hacer completar las disposiciones municipales para prevenir catástrofes por incendios, hacer inspeccionar por técnicos los distintos barrios a fin de determinar las construcciones peligrosas y obligar finalmente a los propietarios a adoptar las necesarias medidas de precaución. Agradeciendo a US. de antemano su atención en estas graves materias, me suscribo su atento y seguro servidor (Fdo.) Oscar Fernández Melgarejo, Rafael Luis Barahona Verdugo . Secretario General Superintendente Por su parte el señor Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, don Juan Enrique Lyon Sarratea (3ª Cía.) informó al señor superintendente lo siguiente: Cuerpo de Bomberos de Valparaíso … Comandancia … Valparaíso, 17 de Febrero de 1936 Señor Rafael Luis Barahona, Superintendente del Cuerpo de Bomberos.- Valparaíso.- Señor Superintendente: Tengo el sentimiento de dar cuenta a Ud. de un incendio ocurrido hoy en la calle Carrera entre Pedro Montt y Chacabuco a la 1 hora, sin esperar la costumbre reglamentaria de dejar constancia de los siniestros al fin de cada mes. Las consecuencias de este siniestro me obligan a tomar este temperamento. Parece ser que el origen del incendio se debe a que violentamente se incendiaron unos montones de películas cinematográficas y otros materiales depositados en el almacén que ocupaba la Compañía Cinematográfica “Ítalo Chilena”, resultando en una explosión que inmediatamente incendió los tres pisos del edificio por calle Chacabuco. Al llegar las Compañías de todo el cuerpo, menos la de guardia en el sector Puerto, ardían violentamente los tres pisos de más o menos la mitad de todo el edificio donde quedó circunscrito el fuego. Pero por cierto sufriendo serios perjuicios el resto. Desgraciadamente se constató que muchas personas se habían quedado encerradas en la casa que queda en Chacabuco esquina Carrera es decir, encima del local ocupado por la Compañía Cinematográfica, las que sin duda perdieron la vida por asfixia y quedando sus cuerpos completamente quemados en cortos instantes y antes que nos hubiera sido humanamente posible prestarles auxilio. Solamente hasta el amanecer el Cuerpo de Bomberos entregó a Carabineros veintitrés cadáveres carbonizados. Me permito manifestar al señor Superintendente que la Central Telefónica del Cuerpo recibió la alarma a la 1 hora en punto y cinco minutos después se encontraban en trabajo las Compañías 3ª, 4ª, 5ª, 6ª, 7ª, 9ª y 10ª y muy luego después la 1ª, 8ª y 11ª. Los tres Comandantes del Cuerpo, llegaron al lugar del siniestro casi simultáneamente con las primeras Compañías. El ataque al fuego como tal, no fue difícil, pero si algo peligroso y angustioso por la tragedia de que fue origen. Lo increíble señor Superintendente, es que en un edificio de material ligero, tabique y adobes principalmente, sin ninguna muralla cortafuegos en una extensión de no menos de 80 metros entre Chacabuco y Pedro Montt, se permita almacenar materias tan violentamente inflamables como películas cinematográficas, alcohol, pólvora, aguarrás, bencina, parafina, etc. etc. y con casas habitación en los altos, donde residían algo más de cien personas. Dejo a su elevado criterio decidir qué actitud debe adoptar el Cuerpo de Bomberos ante esta catástrofe que ha costado tantas vidas por falta de reglamentación o de previsión de quienes corresponda. No se escapará a Ud. la importancia que todo esto tiene para los moradores de edificios en condiciones análogas al que se comenta y también a lo que continuamente queda expuesto el personal del Cuerpo de Bomberos que no mide consecuencias para si cuando se le llama a cumplir con su misión. No está demás dejar constancia en esta nota de que se comprobado desde hace algún tiempo a esta parte que los grifos o salidas de agua que corresponden a la Empresa de Agua Potable contienen muy poca presión en los primeros momentos de un incendio, mejorando notablemente más o menos una hora después y cuando por lo general no es tan importante una alta presión de agua como en los primeros momentos Para ello pueda ser que exista alguna razón técnica que el suscrito no conoce o a que la Empresa de Agua Potable mantiene sus cañerías con escasa presión y sólo larga el agua mucho tiempo después que ha principiado el incendio. De todos modos es deplorable. Saluda atentamente al señor Superintendente (Fdo.) Horacio Rodríguez Mc Kenna Juan Enrique Lyon . Ayudante de Comandancia Superintendente En el diario “La Unión” de Valparaíso de fecha 22 de febrero de 1936, el Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso se refiere a publicaciones referentes a la llegada a la puerta de Chacabuco 1812, dando su versión de los hechos; “Por lo que he leído en algunos diarios locales y de Santiago veo que se han precipitado los informantes” , alejándose de la absoluta verdad. Aun cuando no tengo el menor interés en repetir lo que ya oficialmente se ha dicho respecto a la actuación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso en el incendio de la madrugada del 17, y ya que Uds. vuelven sobre el particular, debo referirme a un hecho que entiendo debe quedar claramente expuesto. La Central Telefónica del Cuerpo de Bomberos recibió la alarma a la 1 de la madrugada. Tres minutos después estaban frente a la puerta en referencia las Cías. 4ª, 5ª y 9ª por calle Chacabuco, las que tienen el cuartel bastante cerca del lugar del siniestro. Los bomberos por orden del Segundo Comandante (Raúl Despouy Quenstedt) que vive en el cuartel de la 5ª pronto llegaron para extender sus escaleras sobre los techos vecinos, por el lado de la Av. Pedro Montt, y a dirigir potentes chorros de agua sobre la parte incendiada por una inmensa llamarada, ocasionada al inflamarse ciertas materias almacenadas en el primer piso. Por ello, el fuego había ascendido en forma violenta y vertical sorprendiendo a numerosas víctimas, entre ellas al eminente catedrático don Juan Guillermo Guerra. Los bomberos atacaron al fuego impidiendo su paso a la vecindad, especialmente el Teatro Real que corrió grave peligro. El 2° Comandante dio la orden de derribar la trágica puerta; la derribaron los voluntarios de la 9ª Luis Urtubia y Carlos Rojas, ambos hacían guardia en el cuartel y un pitón de la 4ª Cía. manejado por los voluntarios Marambio y Oscar Sthandier Jiménez (Tesorero General entre 1970-1976), también haciendo guardia nocturna en su cuartel. Inmediatamente introdujeron el pitón por esa puerta. A pesar de los esfuerzos de muchos por salvar la vida de los atrapados no tuvieron el éxito esperado. Los cadáveres se encontraban junto a la puerta, la que las víctimas evidentemente trataron de abrir hacia fuera; cuando esa puerta se abría hacia adentro. El edificio siniestrado no pertenecía la Cía. de Seguros “La Franco-Chilena” como señaló la prensa de la época, sino que es de propiedad de la Congregación de las Hermanas de la Providencia, que mantienen el Asilo de Huérfanos de la Providencia. Las religiosas empleaban íntegramente el producto de los arriendos en mantener a los pequeños en su asilo y es para ellas este golpe; una catástrofe irremediable. Los funerales para las personas, cuyos cadáveres fue imposible de identificar y que no fueron reclamados por sus deudos, se realizaron colectivamente el día miércoles 19 de febrero partiendo el cortejo desde la Capilla del Hospital “Carlos Van Buren Vallejos”: La Municipalidad de Valparaíso se hizo cargo de los funerales, costeando todos los gastos que ello demandó. De las personas que fueron identificadas por sus deudos se fijó como fecha del funeral; el día viernes 21 de febrero en la Catedral del Espíritu Santo. Para ello se coordinó el Alcalde de Valparaíso don Oscar Ruiz-Tagle con el Presbítero don Nemesio Marambio, Párroco de la iglesia Catedral del Espíritu Santo, ubicada en la esquina de calle Molina y Plaza de la Victoria al costado del Club Naval de la Armada de Chile. Las misas fueron oficiadas por el Vicario General del Obispado Presbítero don Ángel Custodio Rodríguez, asistiendo el señor Intendente de Aconcagua don Manuel Fernández García, en representación del Presidente de la República Excmo. señor Arturo Alessandri Palma asistió su Edecán, Mayor de Ejército Alberto Briceño el Obispo Diocesano de Valparaíso, Monseñor Eduardo Gimpert; el Alcalde de Viña del Mar don Sergio Prieto Nieto; el Prefecto General de Carabineros de Aconcagua, Coronel Fernando Délano Soruco; Director General de la Armada y Comandante en Jefe subrogante, Vice-Almirante Olegario Reyes del Río; el Comandante en Jefe de la Escuadra Contra-Almirante Julio Allard Pinto; Comandante de la Guarnición militar, Coronel Humberto Benedetti; Decano del Cuerpo Consular, don Emilio Ortiz de Zevallos (Cónsul del Perú). La alocución fúnebre estuvo a cargo del Capellán de la Armada Presbítero Julio Brunet. Se recibieron condolencias de todas las Instituciones de Valparaíso y de un número importante de personas e instituciones del resto del país y del extranjero. Se recibió condolencias de los Cónsules de Alemania y de Francia. El Ministro de Justicia e Instrucción Pública don Francisco Garcés Cano

Valparaíso 1851 (hrm/cca)

Fotografía del libro "100 años al servicio de la ciudad" de José Velasco Olave, Colaboración de la 2° Cía. "Esmeralda" de Santiago y libro "Valparaíso 1851" (Capítulo: Grandes Incendios).

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