lunes, 10 de abril de 2017

Incendio del Cuartel de la Maestranza de Artillería del Ejército de Chile en Santiago el 27 de enero de 1880.

En la mañana del 27 de enero de 1880 la ciudad era sorprendida por un formidable estruendo precedido de un inexplicable sacudimiento de tierra, todo ello provenía del Cuartel de la Maestranza de Artillería, situado en el Parque Cousiño originando un dantesco incendio, que generó a continuación una densa columna de humo por el sur-poniente de Santiago, cuya magnitud no sólo amenazaba al histórico edificio, sino que a la ciudad entera, dado que en su interior se guardaba toda la munición que usaban las fuerzas chilenas en la Guerra del Pacífico. Grandes explosiones estremecían todo Santiago, el aterrorizante incendio del Cuartel de la Artillería el que a su vez era utilizado como el arsenal del Ejercito Expedicionario se inicia a las 09,30 de la mañana. El Libro de Guardia de la 3° Cía. del Cuerpo de Bomberos de Santiago señala qué; a las 10:15 A.M. se dio la Alarma de Incendio en el 4º Cuartel....Ya la primera explosión alertó a la población e hizo comprender que se había producido una gran catástrofe causando la muerte de una veintena de empleados y operarios de esa Unidad Militar al explotar una gran cantidad de granadas con que se llenaban los “saquetes” con pólvora. Luego el fuego ya amenazaba con llegar a la Santa Bárbara y hacer volar no sólo todo el arsenal, sino también gran parte de Santiago. Granadas y balas encajonadas y almacenadas en diversos sitios, también otra cantidad de pólvora y elementos para la preparación de todo tipo de elementos de destrucción al estallar sin dirección causaban aún más víctimas. Como ya se ha indicado en su extinción participó el Cuerpo de Bomberos de Santiago y les cupo una muy destacada labor a la 5° Cía. “Bomba América”, hoy “Bomba Arturo Prat”, a la 1ra. Cía. “Mapocho”, 2da. Cía. “Esmeralda” y 3ra. Cía. “Claro y Abasolo” entre otras. El terror incontenible se apoderó de los habitantes de las casas ubicadas en las inmediaciones del Cuartel, corriendo despavoridos para salvarse de los estallidos. Por otra parte la noticia se conoció de inmediato y por todas partes surgían las figuras de los bomberos que corrían presurosos a su Cuarteles, en busca de sus bombas, mucho antes que se oyera el tañido de las campanas de incendio. La marcha de las operaciones bélicas ciertamente era, el tema de conversación de todos los habitantes de la ciudad de Santiago en los comienzos del año 1880. Los 550 valientes soldados chilenos que llegaron a Moquegua sin encontrar mayor resistencia a lo largo de los cien kilómetros ingresados en territorio peruano, era el comentario obligado de todos aquellos que desde la capital seguían con el pensamiento la marcha victoriosa de la bandera nacional. Pero una catástrofe debía venir a poner una nota de dolor en el ambiente sereno y optimista me refiero al incendio del Cuartel de Artillería el 27 de enero de 1880. La lucha fue ardua y llena de peligros, pero el arrojo de los bomberos pudo más que el fuego, y éste se rindió después de algunas horas de incesante trabajo, evitando así una nueva explosión en el Cuartel de Artillería. El servicio que el Cuerpo prestó en esa ocasión a la ciudad de Santiago fue el más señalado de todos cuantos le ha prestado a través de los 153 años de existencia (1863-2013), pues en ningún otro incendio los habitantes de la capital han estado expuestos a tan ciertos e inminentes peligros. Y no sólo la ciudad fue beneficiada con la labor del Cuerpo; también lo fue la República que, gracias a esa labor, vio salvado el material bélico con que contaba para proveer a sus ejércitos en campaña. La Ilustre Municipalidad de Santiago, haciéndose eco del aplauso con que fue premiado el trabajo de los bomberos, acordó entregarles una medalla conmemorativa que recuerda la heroica jornada. Para ello citó a la jefatura del Cuerpo de Bomberos para informarle del acuerdo Municipal; que acordó entregarles una medalla conmemorativa que recuerda la heroica jornada. A inicios del siglo pasado aún quedaban pechos valientes que la lucían con el legítimo orgullo que da el deber cumplido. El Directorio estaba constituido en 1880 por los siguientes Oficiales Generales: Superintendente José Besa de las Infantas (1° Cía.), Vice-Superintendente Antonio del Pedregal ( 6° Cía.), Secretario General Pedro Montt Montt (6° Cía.), Tesorero General: Don Juan Domingo Dávila Larraín (1° Cía.), Comandante: Don Carlos Rogers G. (5° Cía.) y 2° Comandante: Don Tulio Ovalle G. (2° Compañía) El incendio con que los santiaguinos veían acercarse la completa destrucción del enemigo; en la mañana del día 27 de Enero del año 1880, una violenta explosión producía un devastador incendio en el Cuartel de la Artillería. Ese día la ciudad era sorprendida por un formidable estruendo precedido de un inexplicable sacudimiento de tierra todo ello provenía del Cuartel de la Maestranza de Artillería, situado en el Parque Cousiño originando un dantesco incendio, que generó a continuación una densa columna de humo por el sur-poniente de Santiago, cuya magnitud no sólo amenazaba al histórico edificio, sino que a la ciudad entera, dado que en su interior se guardaba toda la munición que usaban las fuerzas chilenas en la Guerra del Pacífico. Grandes explosiones estremecían todo Santiago, el aterrorizante incendio del Cuartel de la Artillería el que a su vez era utilizado como el arsenal del Ejercito Expedicionario se inicia a las 09,30 de la mañana. Ya la primera explosión alarmó a la población e hizo comprender que se había producido una gran catástrofe causando gran cantidad de heridos y muertos que trabajaban en esa Unidad Militar al explotar una gran cantidad de granadas con que se llenaban los “saquetes” con pólvora. Según el libro escrito por Ernesto Roldán, bombero de la 1ra. Cía. de Bomberos de Santiago, este señala; “La fuerza de la explosión y de las materias inflamables convirtieron en pocos momentos en un verdadero volcán el establecimiento e hicieron volar por los aires dos departamentos de él, produciendo horrible muerte a más de veinte obreros que allí trabajaban”. Este fue el ambiente en el cual los bomberos voluntarios del Cuerpo de Bomberos Armado, al escuchar el tañido de “La Paila”, campana que anunciaba los incendios a cargo de Nicanor Castro, 1° Cuartelero General de bomberos de Santiago, cambió los rifles y las balas por sus queridas mangueras y pitones, y raudamente acudieron al combate del incendio más importante en los 16 años y poco más de un mes de vida que tenía como institución.
Así comenzó otra lucha en Chile, en la que bomberos combatía a su peor enemigo, el fuego, el cual no daba tregua y amenazaba con alcanzar el polvorín, haciendo más extrema las labores de los bomberos, quienes rápidamente salieron al auxilio de la ciudadanía junto a sus carros porta-escalas, bombas a palancas y a vapor. Poco a poco dichas piezas de material mayor comenzaron a estacionarse a un costado de las acequias con el fin de succionar el agua que después saldría expulsada por los pitones de bronce. Mientras el personal bomberil hacía arribo a la entrada nororiente del parque Cousiño, donde se encontraba cimentado el Cuartel de Artillería, una decenas de compatriotas hacía lo contrario escapando del peligro, ya sea por las actuales calles Dieciocho y San Ignacio o por la emblemática Alameda de las Delicias, hoy Alameda Capitán General Bernardo O’Higgins Riquelme. Todo ello generó un verdadero pánico entre los habitantes de las inmediaciones del Cuartel, que en busca de seguridad para sus vidas huían despavoridos en todas direcciones. Felizmente el arrojo de los bomberos pudo más que el fuego, y éste se rindió después de algunas horas de incesante trabajo. El servicio que el Cuerpo prestó en esa ocasión a la ciudad de Santiago fue el más señalado de todos cuantos le ha prestado a través de los años de existencia, pues en ningún otro incendio los habitantes de la capital han estado expuestos a tan ciertos e inminentes peligros. Y no sólo la ciudad fue beneficiada con la labor del Cuerpo; también lo fue la República que, gracias a esa labor, vio salvado el material bélico con que contaba para proveer a sus ejércitos en campaña. Como ya se ha indicado en su extinción participó el Cuerpo de Bomberos de Santiago y le cupo una muy destacada labor a la 5° Compañía Cía. “Bomba América”, hoy “Bomba Arturo Prat”. El terror incontenible se apoderó de los habitantes de las casas ubicadas en las inmediaciones del Cuartel, corriendo para salvarse de los estallidos. Por otra parte la noticia se conoció de inmediato y por todas partes surgían las figuras de los bomberos que corrían presurosos a su Cuarteles, en busca de sus bombas, mucho antes que se oyera el tañido de las campanas de incendio. A este incendio asistieron las ocho compañías con las que contaba el Cuerpo de Bomberos en la época: 1° Cía. “Mapocho” – 2° Cía. “Esmeralda” – 3° Tercera Cía. “Claro y Abasolo” - 4° Cía. “Pompe France” – 5° Cía. “Arturo Prat” – 6° Cía. “Salvadores y Guardias de Propiedad” – 7° Cía. “Zapadores Franco-Chilenos” - 8° Cía. “Unión es Fuerza”. El Libro de Guardia de la 2° Cía. “Esmeralda” del C.B.S. informa que a las 09.25 A.M. del día de hoy 27 de enero de 1880, dos terribles estampidos anunciaron a Santiago que algo muy terrible había pasado y que con la rapidez del rayo se difundió por la ciudad la noticia que el Cuartel de Artillería había volado. La Campana anunció también a los bomberos que se exigía su presencia para enfrentar aquella catástrofe. Pocas veces las Compañías habían salido con la celeridad que en esta ocasión. La “Esmeralda” fue de las primeras Bombas en llegar, armó en la plazoleta que da al costado oriente del Cuartel de Artillería. Una vez que entraron al patio del Cuartel, que da a la calle de Castro, y en el que estaban las salas de artificio, lugar del siniestro, se dieron cuenta de lo que había pasado; aquello se asemejaba a ruinas causadas por un terremoto. Colocaron un pitón en una sala inmediata a aquella en que se había producido el accidente. Habiendo en este departamento una inmensa cantidad de municiones, granadas y una buena cantidad de pólvora, sobre ellas había caído en ella una buena porción de escombros ardiendo, era eminente el peligro. Afortunadamente en poco tiempo este había pasado, gracias a la cantidad de agua arrojada. Entre tanto, otras Compañías refrescaban el polvorín en el cual había aproximadamente de 200 a 300 quintales de pólvora, otras apagaban los restos de la sala que había volado. Era tal la idea que se había esparcido del peligro que había, que cuando los Carros Portaescalas y Bombas de las diferentes Compañías corrían por las calles y también a caballo al lugar del siniestro; igual que los carros policiales tocando a incendio, las familias cercanas a la Artillería huían espantadas a la Alameda pidiendo auxilio y pensando que se les acababa la vida en esos momentos. A la vez recibían los bomberos recibían súplicas suplicas para que no fueran en busca de la muerte, según describió el diario El Ferrocarril. Pero si alguna vez ha dado el Cuerpo de bomberos de Santiago pruebas de que tratándose del cumplimiento del deber; la vida de sus miembros es lo secundario, ha sido en este caso.
Hubo un momento en que la voz de que el fuego había llegado al polvorín, la inmensa concurrencia que había en el cuartel, loca de terror, se precipitó como una avalancha hacia las puertas de salida. En este momento en que hasta los centinelas, olvidándose de la disciplina y la consigna, abandonaron sus puestos, solo los bomberos se mantuvieron firmes y serenos. El mismo diario El Ferrocarril agrega: A las dos de la tarde todo peligro había pasado, a esa hora los bomberos de la Compañía de Salvadores y Guardia de Propiedad con la ayuda de Soldados del Ejército y de la Policía removieron los escombros, sacaron los cajones de proyectiles en peligro entre los cajones había una verdadera mina de granadas cargadas en el mismo punto donde habían estado colocados algunos pitones. Los heridos fueron trasladados a la casa de Magdalena Vicuña en calle Castro donde se improvisa un Hospital de Sangre. A las 18,00 A.M. recibimos la orden de retirarnos, quedando desde esa hora hasta las doce de noche, de guardia la 1° y 3° Cía. a quienes en suerte había cabido este servicio. A las ocho de la noche se reunió el Directorio, y acordó manifestar a todas las Compañías la complacencia con que había visto el servicio prestado por el Cuerpo, y que éste se hiciera constar en las hojas de servicios. “Durante todo el incendio y aún en los momentos de más peligro, sobre todo cuando se creyó que el Polvorín iba a estallar, nuestros Bomberos no abandonaron por un solo momento el lugar donde se les había colocado, ni entregaron a personas extrañas el pitón que se había confiado a su cuidado, mostrando una sangre fría y valor que merece elogios”. Asistieron a este incendio los siguientes “Segundinos”: 2° Comandante, Tulio Ovalle G. – Director, Ambrosio Rodríguez O. – Capitán, Carlos R. Ovalle, - Sargento 1°, Isidoro Becerra - Sargento 2°: Ricardo Valdés - Maquinista 2°, Rafael Molinari – Secretario, Urbano Prieto – y los bomberos; José Tomás Zelada - Rafael Reyes - Manuel A. Varas - Blas Saldes - Daniel Riquelme V. – Adrián Mandiola - Elías Moreno - Santiago Peñailillo - Octavio Echegoyen - Carlos Luco - José Miguel Luco - Emilio Moreno - Ismael Gajardo - Víctor Lillo - Víctor Gómez y Manuel Zaldívar. La 2° Cía. “Esmeralda” sufrió los siguientes deterioros: Un perno de la Bomba Palanca, una tuerca de un perno del 2º Gallo, Una cama de la rueda chica del primer Gallo. La Bomba a Vapor: un tubo roto, una cama i dos rallos quebrados, dos faroles de los manómetros y cuatro tiras de mangueras rotas. Los daños que sufrió bomberos en el incendio del Cuartel de Artillería fueron: rotura de mangueras debido al mal trato recibido al inicio del siniestro y la permanente presión de 100 libras que trabajó durante toda la emergencia. Maneas del caballo del gallo, Deterioro de la pintura por el uso al trasladar de cajones de granadas. Deterioro de la bomba y destrozo de sus correas. En el Libro de Guardia de la 3° Cía. “Claro y Abasolo” del C.B.S. se puede observar que informa que a las 10:15 A.M. se dio la Alarma de Incendio en el 4º Cuartel. Indicando como sitio amagado el Cuartel de Artillería donde había tenido lugar una gran explosión de pólvora con que se llenaban los “saquetes”, esta se inflamó i estallaron un sinnúmero de granadas. El material de la Tercera llegó al lugar amagado a las 10:30 A.M. dando agua a los diez minutos después. Después de un constante y penoso trabajo se extinguió el fuego a las 12,00 horas A.M. A la media hora después se retiraron todos los Bomberos dejando su material en la Artillería, a donde quedaron citados para reunirse nuevamente a las 18,00 P.M. Desde esta hora nuestra Compañía quedó de Guardia hasta las dos de la mañana, hora en que regresó al Cuartel con la Bomba de Vapor, pues la de palanca se había traído a las 12,40 P.M. No ha ocurrido desgracia personal a ningún miembro de la Compañía, ni al Cuerpo en general. Después de un constante y penoso trabajo se extinguió el fuego que debían apagar a las 12,00 AM. Media hora después se retiraron todos los Bomberos dejando su material en el Cuartel de Artillería, donde quedaron citados para reunirse nuevamente a las 18,00 PM. Desde esta hora nuestra Compañía quedó de Guardia hasta las dos de la mañana, hora en que regresó al Cuartel con la Bomba de Vapor, pues la de palanca se había traído a las 12:40 P.M. No ha ocurrido desgracia personal a ningún miembro de la Compañía, ni al Cuerpo en general. La Bomba de vapor se colocó en la calle Castro a una cuadra de la Artillería, y se extendieron mangueras hasta el polvorín colocándose el pitón sobre la muralla de circunvalación de este y a dos metros de distancia ocupándose solamente en refrescar sus murallas evitando de esta manera en que se vio de estallar. Después de pasado este peligro se colocó el pitón entre el taller de granadas i artificios i el salón de depósitos, ocupándose exclusivamente de extinguir el fuego que había en ese lugar. La Bomba a vapor fabricada en 1875 y puesta en servicio un año más tarde por la fábrica Merryweather and Sons de Londres se colocó en la calle Castro a una cuadra de la Artillería, y se extendieron mangueras hasta el polvorín colocándose el pitón sobre la muralla de circunvalación de este y a dos metros de distancia ocupándose solamente en refrescar sus murallas evitando de esta manera en que se vio de estallar. Después de pasado este peligro se colocó el pitón entre el taller de granadas y artificios y el salón de depósitos, ocupándose exclusivamente en extinguir el fuego que había en ese lugar. “Durante todo el incendio y aún en los momentos de más peligro, sobre todo cuando se creyó que el Polvorín iba a estallar, los bomberos “Tercerinos” no abandonaron por un solo momento el lugar donde se les había colocado, ni entregaron a personas extrañas el pitón que se había confiado a su cuidado, mostrando una sangre fría y valor que merece elogios. La 3° Cía. “Claro y Abásolo” Con motivo del Incendio ha sufrido los siguientes deterioros: Un perno de la Bomba Palanca, una tuerca de un perno del 2º Gallo, una cama de la rueda chica del primer Gallo. La Bomba a Vapor: un tubo roto, una cama i dos rallos quebrados, dos faroles de los manómetros y cuatro tiras de mangueras rotas. Superintendencia del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Santiago, Enero 29 de 1880. Señor Director: El Directorio del Cuerpo de Bomberos en su última sesión, acordó, por unanimidad de votos, pasar a todas las Compañía la presente nota, manifestándoles su reconocimiento por los sobresalientes servicios prestados por los Bomberos que asistieron a salvar a la ciudad entera el día 27 del corriente, fecha del fatal accidente ocurrido en la Maestranza de Artillería. Sin la animosidad i entusiasmo de los Bomberos, indudablemente habríamos tenido que lamentar una de las grandes desgracias cual es, la perdida de la mayor parte de nuestra población, i la perdida al mismo tiempo, del material y municiones destinadas a continuar la guerra en que nos hallamos envueltos. Por esta razón, el Directorio, al acordar este voto de aplauso, convino también indicar a las Compañías la justicia que habría en estampar la asistencia de cada miembro del cuerpo a ese acto, en su foja de Servicios, como una nota especial. Igualmente ruego del señor Director. M.A.SS Antonio del Pedregal ( 6° Cía.) Vicesuperintendente Por el Secretario General M. Prieto. “Tercera Compañía” del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Santiago Enero 30 de 1880. Señor Vicesuperintendente. Me fue verdaderamente sensible no concurrir en razón de una ligera indisposición al acuerdo unánime del Directorio que tributó, en medio de la glacial indiferencia de todos los poderes públicos de la capital, un homenaje de gratitud a los hombres heroicos que la salvaron i los salvaron. Desde la memorable hecatombe de la Iglesia de la Compañía nunca había pasado Santiago por igual peligro ni nunca fue domado este con más levantado y resuelto heroísmo, porque si bien se ha juzgado prudente disminuir más tarde no la inminencia sino la extensión de la catástrofe, no es menos cierto que los incomparables Bomberos de Santiago han trabajado durante tres horas a sabiendas que luchaban no con las llamas sino con la muerte. La ruina de la Maestranza de la Artillería no fue, señor Vicesuperintendente, un incendio, fue una batalla. Y de esas batallas sordas y sin gloria en que se cae al pie del muro sin descansar en una cama, los Bomberos. Por esta razón Señor Superintendente, me adhiero a la ofrenda calurosamente consagrada al heroísmo que no tiene otros estímulos que el deber mismo. He pasado en consecuencia, en original la nota que se ha servido enviarme para que se conserve en el archivo de la Tercera Compañía, rogando a su digno y valiente Capitán de cuyos esfuerzos fui testigo, la ponga en la Orden del Día para conocimiento de los Voluntarios i auxiliares i se haga la inscripción debida en las hojas de Vida de los que se hallaron presentes, entre los cuales solicito un puesto, como mi estreno en el Servicio. Dios guarde a Ud. Benjamín Vicuña Mackenna Director Libro de Guardia de la “Tercera Compañía” del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Orden del día: Nota del Señor Director: Santiago, Enero de 1880. Señor Capitán: Tengo el honor de poner en sus manos como un timbre de alto honor para la 3ª Compañía de Bomberos de Santiago que usted tan dignamente manda, la nota original que el Directorio se ha servido dirigirme para constatar que la conducta de Bomberos y Auxiliares que asistieron al incendio de la Maestranza del Cuartel de Artillería el 27 del presente, han empeñado con justicia la gratitud del Cuerpo. Dígnese Ud. Poner esa nota en la Orden del Día y disponer que el Secretario haga las anotaciones correspondientes para que sirvan, no de aliento (que esto no lo ha de menester) sino de premio merecido a nuestros queridos compañeros. Dios guarde a Ud. Benjamín Vicuña Mackenna. Director Los bomberos “Tercerinos” que asistieron al Incendio del 27 de Enero de 1880, fueron los siguientes: 01.- Benjamín Vicuña Mackenna, Director - 02.- Antonio P. 2º Vergara, Secretario - 03.- Arturo Santos, Tesorero - 04.- Jacinto Varas, Capitán - 05.- Gregorio Ortiz, Teniente 1º - 06.- Vicente Navarrete, Teniente 2º - 07.- Alejandro Garfias, Teniente 3º - 08.- Máximo Reveco, Sargento - 09.- José María Oyarzun, Maquinista 1º - 10.- Ventura Cadíz - 11.- Francisco Maldonado - 12.- Emilio Cádiz - 13.- David Valenzuela - 14.- José Feliz Donoso - 15.- Tristán Urzúa - 16.- Rafael Dorén - 17.- David Molina - 18.- Sandalio Letelier - 19.- Rómulo Correa - 20.- Adolfo Vargas - 21.- Carlos Charpin, 22.- Juan Zanoletti - 23.- Eduardo Kinast - 24.- Pedro Gutiérrez - Olegario Briceño - Federico Frías - 27.- Filomeno Espejo - 28.- Manuel Barbier - 29.- Adolfo Breull, 30.- Joaquín Navarrete - 31.- Nicomedes Cruzat - 32.- Arturo Mazagoitía - 33.- Amador Balmaceda - 34.- Elías Serce - 35.- Amador J. Duran - 36.- Francisco Bravo F. - 37.- Zoilo Ortiz - 38.- Rodolfo Otero, 39.- Juan Boza - 38.- Amador Orrego - 39.- Antonio Cárdenas L. - 40.- Juan de Dios Pozo - 41.- Pedro P. Doren, 42.- Vicente Caballero, 43.- Ramón Contador - 44.- José Domingo Pizarro - 45.- Adolfo León, 46.- Martín Steinford - 47.- Pedro P. Doren - 48.- Isaac Serce (Asistió solo en la mañana). (Firmado) por el Ayudante de La Heroica y el Secretario Antonio P. 2º Vergara. Al revisar el Libro de Guardia de la 5° Cía. “Arturo Prat” del C.B.S. a cargo del Oficial Teniente 1° Eugenio Infante Costa se comprueba que la “Quinta” demoró 15 minutos en dar agua y lanzar los primeros chorros en la Santa Bárbara desde el momento de la explosión antes que la campana diera la alarma. Textualmente el oficial de Guardia Tte. 1° Infante anota: “La Compañía a la que tuve el honor de mandar en esta terrible catástrofe trabajó admirablemente, con un arrojo i heroísmo incalificable. No hubo uno solo de los voluntarios que abandonara su puesto por huir. La Compañía en esta circunstancia ha dado prueba una vez más que sabe cumplir con su deber i llegar hasta el heroísmo si es necesario guiados por la sombra del inmortal Arturo Prat que con su ejemplo nos ha enseñado el camino que debemos seguir y que supimos iniciar i habríamos terminado si las circunstancias así lo hubieran exigido”. Y agrega describiendo el trabajo del primer pitón: “El pitón se colocó en el mismo lugar en que estalló la explosión, al lado de la Santa Bárbara la que se temía que estallara de un momento a otro; en este primer momento puede decirse que tuvimos que sostener una verdadera batalla en medio de la gran confusión que existía en el interior del Cuartel; los quejidos de los moribundos i las explosiones parciales de los cajones de granadas que existían debajo de los escombros”. Los daños que sufrió bomberos de la 5° Cía. “Arturo Prat” en el incendio del Cuartel de Artillería fueron: Rotura de mangueras debido al mal trato recibido al inicio del siniestro y la permanente presión de 100 libras que trabajó durante toda la emergencia. Maneas del caballo del gallo, Carro de Carbón con pintura dañada por el uso para traslado de cajones de granadas. Abolladura de la bomba y se perdieron sus correas. Este incendio es parte de la rica historia “Quintina” y descubrimos que es el inicio de la frase "Firme la Quinta", creada por el bombero Gustavo Ried Canciani, bombero de esa Unidad y que inicialmente formó parte de la 2° Compañía de Bomberos de Valparaíso formada por la colectividad alemana, a la cual también pertenecía su padre el Dr. Aquinas Ried fundador de esa Unidad, más tarde denominada “Bomba Germania”. Gustavo Ried era el padre de Alberto Ried Silva “Quintino y posteriormente fundador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, historiador y escritor bomberil de excelencia. En la capital de un Chile en guerra entre 1879 y 1883, el pánico y el espanto imperaban en la mañana del 27 de enero de 1880. Este incendio originó variados cambios en la manera de actuar bomberil de la época, en el que diversos integrantes de los Cuerpos de Bomberos existentes cambiaron su cotona por la guerrera de soldado, demostrando su patriotismo en las batallas que se sucedieron. El tremendo y aterrorizante incendio del Cuartel de Artillería, que servía de arsenal al Ejército Expedicionario, había empezado a las 09,30 horas A.M. El fuego que siguió impenetrable y porfiado, amenazaba con llegar a la Santa Bárbara y hacer volar gran parte de Santiago. Asimismo otros miembros prestaron servicios en las secciones administrativas del ejército y mediante un trabajo silencioso contribuyeron al éxito político y militar que desencadenó la gloria para la comunidad chilena que combatió durante dicha batalla del siglo XIX. En otro aspecto y con el fin de aportar en lo que se pudiera, diversos Cuerpos de Bomberos acudieron al Palacio de La Moneda con el fin de disponer de sus bomberos para los requerimientos que fueran necesarios. Fue así como el Gobierno de la época encabezado por el Presidente de la República, don Aníbal Pinto Garmendia acogió de inmediato el ofrecimiento y se reactivaron los Cuerpos de Bomberos Armados, como el de 1866 que viajó a Valparaíso, los cuales estaban principalmente destinados a cubrir a las tropas que se encontraban en combate y en la cárcel, además de prestar ayuda en la movilización de los heridos. Cabe destacar que las Compañías de las colectividades (Alemanas, Francesas, Británicas, Italianas entre otras) mantuvieron su status y no participaron como el resto del personal, todo esto con el fin de no involucrar a las naciones y asentamientos extranjeros que representaban en el conflicto armado que se estaba desarrollando en el norte de Chile. De esta manera el accionar bomberil de un minuto a otro pasó a cobrar un sentido vital para el quehacer nacional, en donde el trabajo silencioso de los bomberos, pasó a ser parte fundamental de la campaña militar que se estaba desarrollando contra la milicia de Perú y Bolivia. Fue en este contexto, cuando los Cuerpos de Bomberos pasaron a tener una doble función que se vio en su máximo esplendor el 27 de enero de 1880, para el incendio en el Cuartel de Artillería de Santiago, denominado como Santa Bárbara, el cual servía de parque y maestranza de aprovisionamiento del ejército. Cabe destacar que en ese entonces, la Guerra del Pacífico se encontraba con la Región de Tarapacá consolidada por los chilenos, cuyas tropas se preparaban para la segunda campaña terrestre con el objetivo de llegar hasta Tacna y Arica, territorio peruano. Para esto, en el cuartel de artillería se guardaba la pólvora y se confeccionaba todo tipo de material de guerra que después serían utilizados en la batalla, convirtiendo este recinto en un emplazamiento clave para los intereses nacionales. No obstante los problemas presentados, los bomberos voluntarios de la 5° Cía. “Arturo Prat”, arrastraron su Bomba “Arturo Prat”. Al foco mismo del incendio sin que nada los detuviera. A los gritos de advertencia del pueblo haciéndoles ver que era tarde, que la explosión inmensa ya llegaba y era holocausto inútil el continuar, los “Quintinos” respondían con frases de aliento, de fe y de esperanza. En medio de esa visión apocalíptica la “Quinta” avanzaba por calle Dieciocho hasta llegar a las puertas del Cuartel de Artillería, que tenía su entrada por Avda. Beauchef. En ese portón, sable en mano, el valiente Capitán (Marcial) Urrutia trató de impedirles la entrada por considerar que era sacrificio inútil. Sin embargo, Gustavo Ried Canciani; un “Quintino” a cargo en ese momento de la Compañía - aprovechó una distracción del Capitán para franquear la entrada y gritar: "Adelante la Quinta”..... y la Bomba, el Gallo y los bomberos “Quintinos”, en medio de explosiones, llamas calor infernal, atravesaron el patio, los Talleres de Artificio y el Polvorín. Tomaron posición cerca de una acequia y armaron. Era la primera Compañía, de las ocho existentes, que dieron agua para enfrentar el siniestro. El aire era infernal y peligroso. Un casco de granada dio en la camisa de bronce de la Bomba “Arturo Prat”, abollándola y dejando para siempre esa huella de honor. Solo instantes se necesitaron para que la noble máquina empezara a lanzar sus primeros chorros de agua. La esperanza nacía y el Capitán Urrutia, ahora ya sonriendo y celebrando la astucia de Ried, se acercó a abrazarlo y a conversarle. En esos momentos también llegaban las otras Compañías de Agua. La amenaza de la explosión de la santabárbara, no había pasado. El peligro era permanente. De pronto se oyó un terrorífico alarido: "El Polvorín va a estallar..." Hubo silencio de espanto. Silencio roto, solamente por el ruido acompasado de los cilindros de la Bomba “Arturo Prat”, que ufana, humeante de vapor, seguía bombeando agua. Pocos segundos después, al de la máquina se añadía el taconeo de pisadas de los que se retiraban obedeciendo órdenes perentorias del Capitán Urrutia. Era tregua de muerte, era la calma que precedía al temporal, la catástrofe que se acercaba. La orden de retirada era para todos y todos la habían oído y se empezaba a evacuar el arsenal. Los ánimos se abatieron y el dolor se apoderó de los bomberos. No había palabras. Sólo silencio mortal, trágicamente matizado con escapes del vapor de las bombas, crepitar de llamas, balas y granadas perdidas, que estallaban por doquier. Un grito, una orden cruzó el aire: ¡Nadie se mueva FIRME LA QUINTA! fue dada con voz tranquila, ronca y de héroe, por Gustavo Ried Canciani, de la “Quinta”. Volvió el temple a las almas, los corazones se aceraron. Metros más allá, el “Quintino” Enrique Rodríguez Cerda, en el umbral mismo de la santabárbara, en la puerta misma de ese averno, inmóvil y sereno, como quien está dentro de una fresca catedral, continuó lanzando el chorro de agua del pitón contra el material ultra explosivo. Impertérrito, siguió en su puesto gracias al grito de Ried, y seguía su lucha contra esa montaña temible y alarmante que en un instante podía volarlo, destruir todo el pertrecho bélico que se necesitaba para continuar la guerra, y volar a la vez gran parte de la urbe santiaguina. Y firme quedó la Quinta y firme quedaron todos los heroicos bomberos de las otras Compañías. Era la víspera de las campañas de Tacna y Arica y los Bomberos de Santiago las habían hecho posible. Así describió Daniel del Solar en un relato histórico publicado en la revista El Teniente V° XI N°1 el origen del grito ¡FIRME LA QUINTA! que tantas veces han repetido los “Quintinos” para darse ánimos en situaciones de incertidumbre y peligro. Los “Quintinos” que asistieron al incendio de la Artillería y trabajaron en él durante las horas de peligro fueron los siguientes: Comandante: Carlos Rogers Gutiérrez, Teniente 1°: Eugenio Infante Costa, Teniente 2°: Guillermo Swinburn Kirk, Ayudante: Manuel Avalos Prado, Secretario: Rafael Minvielle Uriarte, Tesorero: Tomas Mouat Smith, Maquinista: Enrique Benoist Benedetti, Cirujano: Tomás Torres Echavarría, Bomberos: Gustavo Ried Canciani, Enrique Rodríguez Cerda, Waldo Silva Palma, Ignacio Santa María, Fernando Tupper, Claudio Vila Magallanes, Roberto Prado, Jorge Rodríguez, Rolando del Solar Echeverría, Julio Salinas, Víctor Olate, Juan Thierold, Arturo Stuven, Cuartelero Andrés Norambuena, Ayudante de Cuartelero Manuel Valenzuela De la Sexta Compañía “Salvadores y Guardias de Propiedad”: solamente se ha conseguido los bomberos asistentes al incendio del Cuartel de Artillería: Capitán Sr. Claro y Bomberos Srs. Tiska, Alvares, Becerra, Prado, Wormald, Ovalle, Cerda, Renjifo, Pedregal, Enriquez, González, Izquierdo, Freire, Montt. Respecto al incendio del Cuartel de Artillería, Benjamín Vicuña Mackenna expresó su pensamiento: “ Desde la hecatombe de la Iglesia de la Compañía, nunca había pasado Santiago por similar peligro, ni nunca fue domado éste con más levantado y resuelto heroísmo; porque si bien se ha juzgado prudente disminuir más tarde, no la inminencia, sino la extensión de la catástrofe, no es menos cierto que los bomberos de Santiago han trabajado durante horas a sabiendas de que luchaban no con las llamas sino con la muerte. La ruina de la Maestranza de la Artillería no fue un incendio; fue una batalla y de esas batallas sordas y sin glorias en que se cae al pie del muro sin divisar en su cima la bandera”. ”El Ferrocarril” publicó que las pérdidas se calculaban en treinta mil pesos y junto a las nóminas de muertos, heridos y desaparecidos señala las casas vecinas que sufrieron perjuicios. En una de la calle Castro estalló una granada quedando reducida a cenizas. Trozos de madera cayeron en los tejados de otras casas hundiéndolos. Un trozo que cayó en el Hospital de sangre pesaba dos arrobas. No quedaron vidrios en las calles entre San Diego y Ejército Libertador. En casa de doña Magdalena Vicuña cayeron cuatro granadas y una cayó sin reventar al lado de un valiente soldado del Chacabuco herido en Tarapacá y que convalecía en Santiago. Muchas granadas han reventado más allá de la Penitenciaría y otras en el camino de Cintura. El mismo diario dice “lo que hubo de más doloroso en la escena fue, que cuando llegaron los primeros bomberos de la Quinta se oían gritos desesperados de los heridos que se agitaban moribundos en medio del fuego, en el taller de mixtos, gritos de cruel angustia que ponían de relieve el martirio de aquellos desgraciados, gritos que helaban el corazón y hacían subir la sangre al cerebro. No era posible sacarlos de en medio de las llamas de esa hoguera colosal”. Zenón Freire como Intendente y Presidente de la Municipalidad firma el decreto que concede una medalla de plata a los Voluntarios que sirvieron en el momento de peligro y una de cobre a los Auxiliares, igual a ésta se concederá a los trabajadores de la Maestranza que recomienda el Coronel Maturana en el parte que pasó al Supremo Gobierno. A los particulares que se distinguieron ese día se les enviará una nota de agradecimiento. Nunca se supo cómo se originó este incendio, si fue sabotaje o simple descuido. Los testigos más cercanos volaron por los aires llevándose el secreto Vicuña Mackenna 1831-1886 fue un hombre multifacético, revolucionario, tomó las armas junto a su padre y hermanos en el motín de Urriola, su fracaso le valió una condena a muerte. Sin embargo, logró escapar de la cárcel y tomar parte en los alzamientos de Illapel y Aconcagua a raíz de la Revolución de 1851. Ya en Chile, volvió a la política, luchando por la libertad cívica en los artículos publicados en “La Asamblea Constituyente” y participando más tarde en el movimiento revolucionario de 1859 en contra del gobierno de Manuel Montt. Luego de caer preso fue deportado a Inglaterra, con los hermanos Manuel Antonio y Guillermo Matta. Este hombre visionario, agitador, político, bombero y filántropo; historiador, Intendente, Diputado y Senador, escritor infatigable, uno de los personajes más importantes de nuestra historia nacional. Fue Intendente de Santiago y en 1872 la transformó. Se hizo popular por las obras realizadas, entre otras; remodelación del cerro Santa Lucía, la canalización del río Mapocho, la construcción del Camino de Cintura y la arborización de plazas y avenidas- le granjearon una popularidad tan contundente que su proclamación como candidato a la presidencia para las elecciones de 1875 surgió casi espontánea. Sus últimos años Vicuña Mackenna se retiró juntó a su esposa Victoria Subercaseaux Vicuña a la tranquilidad de su fundo Santa Rosa de Colmo, en Aconcagua. Allí, falleció en el verano de 1886, siendo muy sentida por todo el pueblo, por la clase política y la intelectualidad del país, que le tributaron un último homenaje en una de las exequias públicas más masivas que recuerde la historia nacional.

Valparaíso 1851 (hrm/cca) 

Ernesto Roldán, 1° Cía. "Mapocho" C.B.S. - Libro "Firme La Quinta", de Agustín Gutiérrez Valdivieso "Tío Pitín" - 5° Cía. C.B.S. - Libro “Fuego” de Antonio Márquez Allison, 14° Cía. C.B.S. - 120 años de Unión, Constancia y Disciplina. - Archivo fotográfico “Valparaíso 1851”. - Archivos 2° Cía. “ESMERALDA” del C.B.S. - Archivos 3° Cía. “Claro y Abasolo” del C.B.S. - Archivos 5° Cía.“Arturo Prat” del C.B.S. - Archivos 6° Cía. - “Salvadores y Guardia de Propiedad” del C.B.S. - Archivos 8° Cía. “Unión es Fuerza” del C.B.S. - Archivos del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

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